¿Enviaría a sus hijos a estudiar de manera presencial a colegios públicos o privados, ahora que en varias regiones del país están definiendo los términos para reactivar las clases desde las próximas semanas? Con más de 10 millones de alumnos escolarizados que corren el riesgo de ver afectados sus procesos de formación, autoridades educativas, rectores y docentes estiman que es momento de volver a las aulas aplicando planes con distintas formas de alternancia. Sin embargo, a nadie se le puede obligar a mandar a los niños, niñas y adolescentes a los centros educativos.

En Medellín y el resto de Antioquia, las instituciones oficiales no regresarán a actividades académicas presenciales en lo que resta del año; sin embargo, en al menos cinco colegios privados las clases se retomaron hace varios días en salones con aforos y horarios reducidos. Por ejemplo, un grado solo tendrá que acudir a la sede educativa una vez por semana y durante 4 horas por jornada en una primera etapa.

Bogotá prepara el regreso de un millón 300 mil alumnos de instituciones educativas en una “reapertura gradual, progresiva y segura garantizando la salud, el bienestar y el consenso con las comunidades”, a través de un proceso voluntario y concertado. Antes de finalizar este mes, jardines infantiles y colegios privados podrían quedar habilitados para volver a clases presenciales, y a partir de octubre el Distrito acordará con los gobiernos escolares oficiales su eventual reinicio de clases, que sería tras la semana de receso.

Mientras el Ministerio de Educación acompaña la puesta en marcha de estos procesos liderados por las secretarías territoriales, el sector salud asegura que la evolución epidemiológica del coronavirus ofrece señales alentadoras sobre reducción de contagios y muertes en la mayoría de las principales ciudades del territorio nacional, luego de más de 15 semanas críticas en las que se registró un pico de mortalidad, desde finales de abril hasta principios de agosto.

A pesar de la polémica que rodea la reducción de hasta un 30% en el número de pruebas realizadas y procesadas a diario en la nación, el ministro de Salud, Fernando Ruiz, defiende que esto no supone una situación negativa. Por el contrario, dice que “como las personas no se enferman y no tienen sintomatología se reduce la demanda de aplicación de pruebas”.

Más de seis meses después del anuncio del primer caso de Covid-19 en el país, y luego de alcanzar el pico de la pandemia en la mayoría de las grandes ciudades, entre ellas Barranquilla, donde se afrontaron momentos realmente muy adversos, las condiciones empiezan a ser otras. Nada distinto, eso sí, a seguir conviviendo con el virus que no se ha ido por mucho que lo desafiemos saliendo a la calle, volviendo a restaurantes, playas, parques o iglesias. Nadie puede renunciar a seguir acatando el distanciamiento social, a usar el tapaboca, lavarse las manos y, sobre todo, a actuar con responsabilidad y disciplina ciudadana. De ello depende la aparición o no de un rebrote que pase factura en la parte final de este año en el que podríamos terminar encerrados.

Quienes decidan apostar por el regreso de sus niños al colegio deben saber que se detectarán casos entre estudiantes y profesores. De eso no hay duda. Pero si se guardan las mínimas normas de prevención, extremando medidas de higiene y aplicando protocolos de bioseguridad, la situación se podrá mantener bajo control. Educadores tendrán el reto de fijar reglas para reducir las interacciones personales en el interior de los salones, en los comedores escolares o en el transporte. Nada fácil, pero ¿qué lo ha sido a lo largo de esta desafiante pandemia?

Padres, por su parte, deberán comprometerse a no enviar a sus niños si alguien en la familia tiene síntomas, mientras que los ciudadanos en general tendrán que esforzarse el doble para evitar contagios: si los habitantes de una región reducen al mínimo la incidencia del virus, habrá menos riesgo de que un caso llegue a un salón de clases. La educación es un derecho fundamental, una actividad esencial que, incluso en medio de la pandemia, debe garantizarse en lo posible. Lo demás puede esperar, pero la educación no, demasiados niños y padres de familia lo demandan.