Cada cierto tiempo, el puente Pumarejo, una de las obras de infraestructura vial más importantes de la historia reciente de Colombia e ícono de la modernidad en la Costa Caribe, suele ser una fuente de información. Desafortunadamente, no siempre lo es para bien, como en esta ocasión. EL HERALDO confirmó el hurto de 170 tornillos y tuercas de los 960 que conforman el sistema de anclaje de tirantes del tablero principal del viaducto, tras realizar un recorrido por la megaobra. A simple vista, se comprobó la falta de componentes, determinantes para asegurar las bases del atirantado, y que en algunos casos han sido reemplazados por viejas varillas para evitar que las platinas terminen desplazándose.

La primera alerta sobre esta preocupante situación que compromete la “estabilidad estructural del sistema de tirantes”, como indica el interventor Consorcio Vial Pumarejo y confirmó a EL HERALDO la Cámara Colombiana de la Infraestructura (CCI), la lanzó la Contraloría General de la República en diciembre de 2021. Una comisión de la entidad adelantó una visita de inspección al puente y se percató de los componentes faltantes. Como es el deber ser de las cosas, en ese momento, el contralor delegado para el sector infraestructura, Luis Mejía Gómez, envío una comunicación al director de Invías, Juan Esteban Gil, para solicitarle la reposición de las piezas y el tratamiento técnico de los elementos, posiblemente, deteriorados por la oxidación prematura. Era claro que se buscaba “reconstituir las condiciones de durabilidad y de protección” originales de una obra de dimensión tan colosal, además de utilidad incuestionable, en la que se invirtió la no despreciable suma de $800 mil millones.

Esa carta inicial, que seis meses después no había tenido la respuesta esperada porque Invías no había aún subsanado la anomalía ni restituido los elementos sustraídos, también puso al descubierto inquietantes cuestiones relativas a su responsabilidad en el cuidado, operación y conservación del Pumarejo. La más importante, que los contratistas encargados del mantenimiento rutinario del puente, en concepto del ente de control, no estaban siendo “efectivos”, ni tampoco el mismo instituto al que le correspondía supervisarlos, por lo que solicitó una “urgente revisión”. A la vista de la segunda misiva fechada el 6 de junio de 2022, otra vez remitida al director Gil, nada de esto se habría tramitado en los términos planteados, lo que abre grandes interrogantes sobre la actuación de Invías.

Ante el manifiesto incumplimiento, la Contraloría insistió en sus requerimientos para corregir las anomalías, demandando además garantías para que los “riesgos de corrosión, degradación física y/o conflagración” en el puente no se cronificaran. No resulta comprensible que la misma entidad a cargo del mantenimiento de las vías nacionales subestime, por decir lo menos, los efectos de una situación que es, a todas luces, insólita, aunque tampoco podríamos considerarla del todo inusual en su dinámica. Valga recordar que, pese a la urgencia, por razones directamente asociadas a la seguridad ciudadana y vial, tan solo en marzo –más de dos años después del inicio del robo de luminarias, y gracias al convenio con Alumbrado Público de Barranquilla– se restableció la infraestructura eléctrica del puente.

Ahora bien, ¿cuánto tiempo más habrá que esperar para que se repongan las piezas que le faltan al Pumarejo? O también, como se lo pregunta la misma Contraloría, ¿cuándo entrará en funcionamiento su sistema de instrumentación y monitoreo, del que ni siquiera se sabe cómo opera? Da la sensación de que un puente de semejante relevancia, como otras veces hemos señalado aquí, no tiene dolientes o, cuando menos, no los que debería, a pesar de ser el principal eje de conectividad vial entre la Costa y el centro del país. En el estertor de este Gobierno, que deja varios cabos sueltos, entre ellos el rumbo de las acciones a ejecutar tras la fallida licitación de la APP del río Magdalena o el final de las obras en el aeropuerto Ernesto Cortissoz, surge otro interrogante aún sin solución: ¿cuál es el futuro del viejo Pumarejo? Las preguntas sin respuestas, y los periodistas sí que sabemos de ello, solo producen indignación o desencanto. Les queda poco tiempo, pero sería realmente valioso que asumieran su responsabilidad o al menos ofrecieran alguna reacción, en vez de haber esquivado sus deberes, como parece que hasta ahora ha ocurrido.