Sobrevivir a la borrasca de la inflación será especialmente duro en Navidad. En estos tiempos de galopantes alzas en los precios de bienes y servicios, comprar los alimentos para las fechas especiales resultará 27 % más costoso que un año atrás. De hecho, en noviembre este rubro sumado al de las bebidas no alcohólicas, como en las últimas mediciones, fue el que más pesó en el IPC mensual, que alcanzó 0,77 %, lo cual es bastante atípico para este mes, mientras que el acumulado de 2022 se situó en 11,72 %.

Una vez más, las cifras del Dane ratifican cómo la inflación no se contiene y, por el contrario, marca nuevos máximos históricos. En especial, en el dato anualizado que llegó a 12,53 %, sorprendiendo incluso a los analistas más liberales que apostaban por 12,4 %, como mucho. Esos mismos expertos recuerdan que no veían esta cifra desde marzo de 1999. Es decir, nunca en este siglo vivir había sido tan caro, así de sencillo.

Aunque muchos habitantes de la Costa, cuyas ciudades aparecen en el top de las 10 más costosas del país, se esfuerzan por torear la carestía energética –consecuencia de meses de subidas de las tarifas– no logran evitar ni mitigar sus efectos en el diezmado presupuesto familiar. Todo sube por estos lares: luz, agua, gas, comida. Sobre todo, en los hogares más pobres para los que el dato anual se ubicó en 14,34 %.

A propósito, con cifras en la mano, la directora del Dane, Piedad Urdinola, anunció una reducción del 1,14 % en las tarifas de energía en noviembre, a nivel nacional. Como resultado del pacto auspiciado por el Gobierno entre los actores del sistema, el valor del servició bajó 3,03 % en Santa Marta y 2,82 % en Barranquilla, entre otras capitales. Como dirían los economistas, son datos y hay que darlos. Pero siendo realistas la cacareada disminución de tarifas de la que hace gala el Ejecutivo, desde el presidente Gustavo Petro hasta su ministra de Energía no nos hace ni cosquillas en esta región, donde los incrementos superan con creces el 50 %.

Por mucha voluntad que demuestren para resolver esta situación de enorme calado económico y social, la realidad es tozuda. O si no, que le pregunten a comerciantes del Centro de Barranquilla que dejaron de contratar al 50 % de empleados temporales que solían vincular en esta época. O a los tenderos que, pese a las quejas de sus clientes, no tienen alternativas distintas que subir los precios, por lo que al final sus ventas siguen en picada.

Nada indica, por el momento, que este virus, el de la inflación, claro, vaya a dar respiro. Enfrentar el incremento en los precios de la comida, resultado de factores internos y externos, requiere “decisión política y chequera”. Quien lo dice es el presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), Jorge Bedoya, al anticipar que el encarecimiento en los costos de producción de los alimentos no acabará pronto. Conviene entender desde ahora que en los primeros meses de 2023, el dólar alto, las elevadas tasas de interés y el duro invierno, seguirán presionando al alza el costo de insumos, fertilizantes y otras materias primas agrícolas.

El pronóstico de Asoganorte es aún más severo. Su presidente, Julián Saade, estima que la leche y la carne mantendrán su tendencia alcista por 10 meses. Ni hablar del queso que ya está por las nubes. Para frenar estos aumentos, el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, no descarta comprar Monómeros. Negociación que estaría aún cruda pero que, a juicio de conocedores, no es garantía de que baje el precio de los fertilizantes que depende más de insumos, cuyo valor fijan proveedores internacionales, y de costos de producción, portuarios y logísticos.

Amanecerá y veremos. Por lo pronto, lo que es una realidad es que la inflación continúa restando poder adquisitivo a los hogares, limitando el crecimiento de la riqueza o su redistribución, en tanto crea incertidumbre sobre 2023. Prudencia en el gasto navideño. El Banco de la República prepara una nueva subida de tasas de interés hasta el 12 %, para cerrar el año, como un bonito aguinaldo para todos.