El cataclismo que sacude a España por cuenta del coronavirus con más de 4 mil muertos y 56 mil infectados se agrava con el paso de las horas, pero no sólo por la expansión acelerada del contagio sino por el escándalo desatado luego la compra que hizo el Gobierno de Pedro Sánchez de un lote de 64 mil pruebas rápidas para diagnosticar la enfermedad a una empresa china que no tiene licencia.

9 mil de esos test, que ya habían llegado el país europeo, resultaron defectuosos y no podrán usarse a pesar de que se habían presentado como la panacea para paliar la dramática escasez de pruebas en los colapsados hospitales de las zonas más golpeadas por la crisis sanitaria como Madrid y Cataluña, donde sólo practican exámenes a los pacientes más graves y al personal sanitario.

Casi dos meses después de diagnosticar su primer caso, España está a punto de alcanzar el pico de la enfermedad que ha abierto un inmenso boquete en su sistema sanitario que ya hizo agua. Colombia diagnosticó su primer caso hace 20 días y tiene mucho que aprender para ser eficaz en la gestión de la crisis sanitaria. Lecciones de fracaso y pequeñas victorias de otras latitudes que se deben tener en cuenta.

Profesionales del sector de la salud se quejan de la falta de material de bioseguridad y equipos de protección para atender a los enfermos que en Colombia ya se cuentan por centenares. Dicen estar expuestos a un elevado riesgo de contagio, como ya se ha presentado en varias ciudades. Exigir que su seguridad esté garantizada parece de perogrullo.

Sin embargo, en medio de las carencias del sistema de salud del país, nada se debe dejar al azar y, por ellos, hay que levantar la voz todas las veces que haga falta. No basta con destacar lo que hacen con aplausos, hay que dotarlos de las mínimas condiciones para que puedan trabajar. Esto apenas comienza y luego no habrá tiempo para lamentarse si no están aseguradas las reservas de material sanitario que demandará el momento más crítico de la emergencia.

La imperiosa necesidad de realizar pruebas, pruebas y más pruebas como lo demanda la Organización Mundial de la Salud debe ser una prioridad en el país, pero no a cualquier precio. La Procuraduría General ya lanzó una voz de alarma sobre deficiencias en el procesamiento de las pruebas que adelanta el Instituto Nacional de Salud.

Buena parte de las muestras presentan embalajes inadecuados, no son aptas para el proceso de análisis, están mal conservadas o sus fichas epidemiológicas no cumplen con los requisitos. Toda una sarta de anomalías que va en detrimento de la celeridad que se reclama en estos momentos y que pone la lupa en cómo están tramitando las entidades territoriales de salud los procedimientos.

Bienvenidas las 350 mil pruebas rápidas de detección, no de diagnóstico, que el Ministerio de Salud anuncia que se realizarán a partir del 1 de abril cada semana en el país. Que resulten útiles y oportunas para determinar aislamientos y no se conviertan en un nuevo foco de polémica como hasta ahora ha ocurrido con las que realiza el Instituto Nacional de Salud cuestionadas por Contraloría y Procuraduría.

Mientras en el mundo los ventiladores de las unidades de cuidados intensivos, que se han convertido en un elemento indispensable por la necesidad vital de los pacientes más críticos, son cada vez más difíciles de conseguir, en Colombia equipos de ingenieros y jóvenes emprendedores están desarrollando sus propios respiradores a bajo costo que están siendo financiados por los aportes de grandes empresarios.

El listado de necesidades apremiantes en el manejo de la crisis no es muy distinto al que siguen teniendo en la actualidad los países más golpeados por la pandemia, Italia o España, pero la diferencia la marca el momento y hoy está a favor de Colombia. No cabe minimizar ninguna estrategia para mitigar el enorme impacto que el virus podría tener en el país. Actuar con responsabilidad y solidaridad. Cuidado con la incertidumbre, que siempre es mal consejera.