Miles de personas están muriendo en el mundo sin diagnóstico confirmado de COVID-19. Una situación de extrema gravedad desestimada por los gobiernos de países europeos y de Estados Unidos, donde distintas fuentes revelan un elevado número de fallecidos por neumonías atípicas u otras enfermedades respiratorias en viviendas y residencias para adultos mayores, que no son tenidos en cuenta en los registros oficiales que diariamente reportan el avance de la pandemia y hoy están siendo cuestionados por la calidad y credibilidad de sus datos.

Sin pruebas de COVID-19, pero con síntomas asociados, se estima que 8 mil personas que murieron en sus casas o en hogares geriátricos de España, según registros de defunciones, no están siendo incluidas en el balance oficial que indica más de 25 mil fallecidos.

Casos de muertes que se presentan por fuera del sistema hospitalario y terminan formando parte de un subregistro de fallecidos por coronavirus y no con coronavirus, del que poco se habla dificultando la consolidación de información para analizar el alcance del contagio y definir las acciones a ejecutar para hacerle frente. A Ecuador le pasó en Guayas, la región más golpeada de ese país, donde las cifras han estado totalmente desfasadas. En marzo y abril de este año murieron 13.337 personas, según los reportes de inhumación de los cuerpos, mientras que en ese mismo período de 2019, fueron 3.771 los fallecidos. Un aumento de 9.566 decesos.

Aun así, el gobierno de Lenín Moreno reconoce oficialmente 2.905 muertes desde el 29 de febrero en todo su territorio, asociadas a la COVID-19. Será muy difícil llegar a la verdad y el informe final no reflejará la inmensa tragedia que ha vivido este país como consecuencia de la pandemia. Tampoco la dirigencia buscará aclararlo. No le conviene a la hora de enfrentar un juicio político por su caótica gestión en esta tremenda crisis sanitaria.

Preocupa a la Organización Mundial de la Salud los contagios ocultos y las muertes ignoradas en las estadísticas formales atribuidas a la falta de pruebas generalizadas y sistemáticas que confirmen casos y a los retrasos en la entrega de información a cargo de los sistemas sanitarios por el colapso que han soportado. Si no hay claridad y transparencia en los datos, se trabaja a ciegas a la hora de formular planes basados en modelos con información inexacta.

Wuhan, la ciudad china donde todo comenzó, revisó al alza sus cifras de contagios y fallecidos. Un hecho que generó más desconfianza y avivó los duros cuestionamientos sobre la opacidad con la que el gigante asiático manejó el inicio de la crisis a su favor para ganar tiempo, ocultando su origen y dimensión. Una pandemia de desinformación que alentó la campaña de Donald Trump contra el régimen chino y la propia agencia de las Naciones Unidas, en la que ha venido negando los hechos para dar respiro a su debilitada agenda política.

Comprender la pandemia, como defiende la Organización Panamericana de la Salud, demanda la realización de pruebas, pruebas y más pruebas de los que presentan síntomas, de los asintomáticos e incluso de las personas que fallecen. Se deben tener en cuenta también los casos sospechosos y reportar los de los profesionales de la salud para lograr la fotografía más completa de lo que está ocurriendo.

Barranquilla ya está realizando pruebas a las personas que fallecen, con síntomas asociados a infecciones respiratorias agudas, para descartar casos sospechosos de COVID-19. Hoy la ciudad tiene mayor capacidad para realizar estos diagnósticos en laboratorios locales, que están procesando cerca de 200 pruebas diarias.

No hay que escatimar esfuerzos para conocer más acerca del comportamiento del virus, por eso resulta irrebatible concluir que todas las herramientas técnicas disponibles, los avances en investigación y desarrollos tecnológicos, que hoy existen frente a este fenómeno de monumentales proporciones, se deben poner al servicio de las entidades e instituciones de salud y de la academia para que, con base en datos científicos, se definan las acciones que ayuden a frenar su expansión, mientras se está a la espera de tratamiento y vacuna. Sin duda, la información clara, precisa y confiable es la mejor estrategia para salvar vidas.