El alcalde Jaime Pumarejo se comprometió ayer a resolver con ideas novedosas los problemas más complejos de la ciudad, pero advirtió que nada será posible sin la contribución amorosa de los barranquilleros.

Con la asunción de Jaime Pumarejo como alcalde de Barranquilla, empieza el cuarto ciclo de un proceso político de ciudad que ya va para 16 años.

En este período, que antes tuvo como mandatarios al ingeniero Alejandro Char (en dos ocasiones) y a la economista Elsa Noguera, la capital del Atlántico logró importantes avances en infraestructura, coberturas de salud y educación, generación de empleo, recreación y deportes, saneamiento fiscal e inversiones sociales que redujeron en 20 puntos los niveles de pobreza.

Se trata de los resultados de una apuesta de largo plazo que ha enrutado a Barranquilla, inclusive, por renglones impensables como el turismo, pero que tiene aún enormes desafíos: el empleo informal, por ejemplo, llegó en el trimestre julio-septiembre a 56,7%; la tasa de homicidios, si bien más baja que la del año pasado, terminó en 2019 como la tercera del país después de Cali y Medellín; y la movilidad, no obstante al aumento de la malla vial, cada vez es más compleja por la crisis de éxito de una ciudad en donde muchos colombianos quieren estar.

Y no hay quien mejor conozca esos retos que Pumarejo, pues en su condición de: Consejero para la Competitividad, Secretario de Movilidad, Gerente de Puerta de Oro y Gerente de Desarrollo de Ciudad, de los gobiernos de Char y Noguera, fue actor y testigo de primera mano de las decisiones que se tomaron y de las que aún están pendientes.

Ayer, en el discurso de posesión, dio cuenta de algunas de ellas.

En su propósito de conseguir que Barranquilla de “el salto para llegar al nivel de las grandes ciudades del mundo”, anunció la internacionalización del aparato productivo local, “con empleos para todos”, a partir de la atracción de empresas ancla vinculadas a la exportación de bienes y servicios y a las cadenas de valor que irrigan transferencia de conocimiento y tecnología.

Ahí apostará por una empresa de servicios publicos que oferte energías alternativas, apoyará el emprenderismo e impulsará el primer puerto exclusivo de cruceros.

Para resolver las demandas de movilidad interna, su intención es vincular la Red Integrada de Transporte Masivo, RITMO, con la Fase 2 de Transmetro, los buses tradicionales, el Tren ligero de la Calle 30 y el Río Bus que anunció en campaña, además de la construcción de una nueva infraestructura entre la Circunvalar y la Circunvalar de la prosperidad, que en los próximos días presentará la más importante firma de urbanismo de Estados Unidos.

El mayor énfasis de su administración, no obstante, estará en la reconstrucción del tejido social.

Así espera resolver en parte las condiciones estructurales de inseguridad, si bien adelantó la intención de dotar de “todas las condiciones” a las autoridades para enfrentar el delito, usar la tecnología para hacer de esta una ciudad más inteligente, fomentar la denuncia ciudadana y promover la resolución pacífica de conflictos.

Pero nada de ello será posible sin el concurso de los ciudadanos, y Pumarejo lo dejó en claro ayer.

No se trata solo de cuidar lo que ha sido construido y lo que está por venir; cada barranquillero debe convertirse en un proyecto de ciudad, con significativos actos de amor por su entorno como el apego a las normas de tránsito, el respeto por el otro, el tratamiento de las basuras, la solidaridad con los vecinos y la sana convivencia.

Es, si se quiere, preguntar qué es lo que los ciudadanos pueden hacer por Barranquiilla -en vez de: qué es lo que ciudad puede hacer por ellos-, como lo sugirió para su país el presidente norteamericano John F. Keneddy, seis decadas atrás.

Sin perjuicio de las obligaciones ineludibles del nuevo gobernante, que fueron refrendadas por él en el mismo acto de posesión, esa debe ser una de las hojas de ruta fundamentales de lo que empezó a llamarse desde ayer: La ciudad imparable.