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Por Numas Armando Gil Olivera
Profesor de Filosofía de la Universidad del Atlántico 

El filósofo Rubén Sierra Mejía fue uno de los pensadores que ayudó a consolidar el proyecto filosófico de la Universidad del Atlántico. Nos seleccionó a los profesores que entramos por concurso público de oposición al Instituto de Filosofía. Años después nos visitaría en la Cátedra de filosofía Julio Enrique Blanco que el Instituto impartía todo los sábados en el Teatro de Bellas Artes de Barranquilla. 

Él fue, junto al filósofo hegeliano Jorge Aurelio Díaz, quien realizó los exámenes a los estudiantes del último semestre de filosofía, ordenado por el Icfes, para legalizar el registro calificado que otorga el Ministerio de Educación y poder así graduar a nuestros primeros egresados, hace 23 años.

Los estudiantes realizaron sus exámenes con un resultado de alta calificación y así se alivió la angustia del profesor José Gabriel Coley, quien en un acto de soberbia filosófica y de acuerdo con la administración del rector y vicerrector de la época, obró por primera vez para que aquí en Barranquilla se normalizara la enseñanza de la filosofía en lo público. Es decir que cumplió con las enseñanzas del profesor Hegel: La filosofía se hizo pública.

Rubén Sierra fue mi profesor, nos dictó el seminario sobre Aristóteles y el positivismo lógico en octavo semestre de Filosofía en la Universidad Nacional de Bogotá.

Recuerdo que él fue expulsado de la Nacional, en la década de los años 70 del siglo pasado, por las críticas durísimas que hizo 'a la dictadura del rector policía', como tildaron en esa época la gestión del antropólogo Luis Duque Gómez.

Había nacido en Salamina (Caldas), donde realizó sus estudios primarios y de bachillerato. Por ese entonces tuvo la oportunidad de leer el texto Lecciones preliminares de filosofía, de Manuel García Morente, obra que rescató de la biblioteca familiar. Posteriormente ingresó a la Universidad Nacional de Bogotá, para cursar estudios de Filosofa y Letras. Allí integró un grupo de amigos con quienes creó la otra universidad, la de las tertulias, y comenzó con ellos un incesante intercambio de libros. Al terminar su carrera viajó a Múnich. 

Rubén Sierra Mejía fue uno de los normalizadores de la práctica filosófica en Colombia, con los posgrados en filosofía. Primero en la Universidad Nacional, luego en la Universidad de Caldas y más tarde en la Universidad del Valle.

Fue el introductor del estudio de la Filosofía Analítica en nuestro país.

Ejerció cargos públicos como director de la Biblioteca Nacional y dirigió la revista Gaceta de Colcultura.

Otra virtud que se destacó en él fue su gusto por el arte, la literatura y la poesía clásica. Sus últimas reflexiones giraron sobre temas literarios y pensadores colombianos. Fue editor, bajo los auspicios de la Universidad Nacional de Colombia y la Universidad de los Andes, de las obras filosóficas completas de Danilo Cruz Vélez en seis tomos.

Entre sus enseñanzas el profesor Rubén Sierra plantea que la responsabilidad del intelectual con la sociedad no significa que tenga que asumir un compromiso político o ideológico en su obra, en relación con los problemas del momento.

 'La obra, tanto la filosófica, como la analítica o literaria, puede estar limpia de contenido ideológico. Esta fue una de las grandes enseñanzas de Sartre : la relacionada con el compromiso del escritor, del intelectual. El intelectual, por la actividad misma que desempeña dentro de la sociedad, no puede desentenderse de los problemas que la caracterizan, ni de su función de proveerla de criterios para pensar sus problemas. 

Hay un aforismo de un célebre escritor polaco, Henryk Sienkiewicz, que quiero recordar en relación con la cuestión que nos ocupa: ''Su conciencia estaba limpia, nunca la usaba'. Esto mismo puede sucederle al escritor que, para mantener limpio su pensamiento de toda intención política, esquiva las obligaciones sociales que tiene por ocio. En conclusión la obra literaria puede estar limpia de contenido ideológico, pero eso no quiere decir que el escritor tenga que marginarse de una participación, que puede ser únicamente teórica, para ayudar a solucionar los problemas de la época'.

Sobre la filosofía de la liberación latinoamericana planteó lo siguiente: 'Esa filosofía es un embeleco. Es un negocio más de los promotores. Una ideología o quizás las tres a la vez. Para mí no es muy claro el propósito que se pretende con esa filosofía de la liberación latinoamericana y en general con esos programas de filosofía' (Ver Reportaje a la filosofía. Tomo II. 'Rubén Sierra Mejía, Filósofo crítico social', Numas Armando Gil Olivera, 1999).

'El escritor puede equivocarse; tiene derecho a equivocarse; tiene derecho a que sus escritos sean provisionales, tanteos que sólo buscan abrir caminos. Pero no tiene derecho al silencio por miedo a equivocarse, pues nunca se estará seguro de atinar. Hay libros que a través de los años podemos decir de sus autores que fueron desacertados en sus análisis y sus apreciaciones; pero eso no quiere decir que en una época pudieron ser iluminadores y que ayudaron a que los acontecimientos políticos y sociales se presentaran más claros a la conciencia colectiva'.