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Por: Laura Camargo

El llamado Rey Midas de Hollywood lo hizo de nuevo. Con The Post (Los oscuros secretos del Pentágono), Steven Spielberg logró otro acertado éxito en cuanto a crítica y taquilla con un drama político –basado en hecho reales sucedidos durante la década del setenta–, que consigue aludirnos bastante en tiempos de tensiones entre la prensa y la administración de Donald Trump. Esto le ha valido la nominación a dos premios Oscar a la producción en dos de las principales categorías: Mejor Película y Mejor Actriz Protagónica. De esta manera podríamos resumir grosso modo la relevancia del largometraje, aunque hay mucha más tela para cortar al respecto.

Los conflictos

Las luchas de poderes se ponen de manifiesto en la trama y el guion. Por una parte, la batalla por la libertad de prensa, derecho que se encuentra contemplado en la primera enmienda de la Constitución estadounidense y que es considerado por eso mismo como una de las piedras angulares de la democracia en aquel país. Por otro lado, también se aborda la situación de una mujer, Katharine Graham, quien a raíz del fallecimiento de su padre y de su esposo, tuvo que tomar el mando de un periódico local que ya hoy es bastante prestigioso: The Washington Post. Lo que hace especial la posición de Kay (así es llamada Katharine por sus conocidos) es su condición de género: no había directoras de diarios ni medios por aquel entonces en Norteamérica. Por eso debe lidiar con los hombres que pretenden cambiar su parecer y desconfían de su capacidad para dirigir es bastante frecuente a lo largo del filme. Y es que por momentos solo les falta decirle que se vaya a cocinar y los deje en paz.

Con esta película tenemos a Spielberg, como uno de los más grandes exponentes del ‹Nuevo Hollywood›, un movimiento liderado desde hace décadas por cineastas que se aventuran a tocar temas polémicos, deconstruyéndolos y narrándolos sin dejar de lado las corrientes contraculturales. Esta ola comenzó a finales de los sesenta con El Graduado de Mike Nichols y, Bonnie y Clyde de Arthur Penn. Ambas producciones marcaron en el mismo año (1967) la ‹pérdida de inocencia norteamericana›, un momento en que Hollywood cuestiona con fuerza la viabilidad del sistema social y político estadounidense, antes poco criticado. Se replantearon las historias de los guiones, el sueño americano y los ideales supuestamente defendidos por sus gobernantes.

La lucha por causas civiles suele ser un arma infalible al momento de aspirar a un Oscar y la apuesta de Steven no es otra cosa que ganar. No por ello podemos demeritar la intención de la producción de indagar en los conflictos de intereses y el juego de poder entre periodismo y política. A través de sus escenas, The Post destaca la importancia de una prensa libre y eficaz como un contrapoder ante los abusos del Estado, pues se ensalza su rol como fiscalizadora del gobierno y representante de los intereses del pueblo.

¿Qué pasa cuando los dueños de los medios de comunicación son a su vez amigos personales y/o socios de los políticos de turno? ¿Hasta dónde están estos mismos medios dispuestos a arriesgar su rentabilidad y su existencia misma por dar a conocer verdades trascendentales para el devenir de la sociedad? ¿Cómo resolver la pugna entre libertad de prensa y seguridad nacional? Son estos varios de los interrogantes que el largometraje plantea y va resolviendo conforme avanza.