Por César Mora Moreo
La oscuridad o la «luz negra» cubre a los hombres que bailan, se abrazan y gritan durante la fiesta. No pueden controlar su emoción cuando la luna irrumpe en la discoteca. En medio de todos ellos está Mijito o simplemente Hijo, narrador sin nombre de la novela Un mundo huérfano de Giuseppe Caputo (Barranquilla, 1982), que luce orgulloso en su pecho una estrella de cartón, regalo de su padre y símbolo de austeridad y amor.
Giuseppe Caputo estudió Escritura Creativa en la Universidad de Nueva York y en la Universidad de Iowa, donde además se especializó en estudios queer y de género. Es uno de los escritores seleccionados en Bogotá 39 y actualmente es docente y coordinador de la Maestría en Escritura Creativa del Instituto Caro y Cuervo.
Describir el argumento de su novela en unas cuantas líneas sería injusto para la obra, pero podría decirse que Un mundo huérfano presenta la historia de un padre y su hijo, que buscan la manera de salir adelante en un barrio pobre a orillas del mar, en una ciudad inspirada en Barranquilla. No es la primera vez que los escritos de Caputo remiten a su ciudad natal. En su cuento «La boda», publicado en la revista Iowa Literaria, los arroyos están presentes mientras los protagonistas se preparan para salir a una fiesta de disfraces.
Tanto en la novela como en el cuento, la noche es el telón de fondo bajo el cual se desarrollan las historias. «La noche tiene una tradición literaria muy rica. La noche nos lleva a la mística: a la «Noche oscura del alma», de San Juan de la Cruz —una noche llena de momentos de miedo, tristeza, ansiedad, angustia, desconcierto y soledad», afirmó Caputo en una entrevista. Para el autor, la noche «también representa la fiesta, la exploración de la exterioridad y la vibración del cuerpo que también viene siendo la vibración del alma».
Pero no hay que confundirse. La noche no es más que un personaje secundario. El verdadero protagonista de Un mundo huérfano es el lenguaje.
De acuerdo con la escritora colombiana Carolina Sanín, «Giuseppe Caputo construye una estética de lo que es a la vez ausente y concreto: de las cosas sin mundo y de los mundos que se acaban. Funda una ciudad sobre leyes poéticas, bajo una noche brillante como la promesa de la felicidad».
Por su parte, el escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya ha dicho: «Un mundo huérfano es una novela de ruptura, provocadora, tanto en el tratamiento de la materia narrativa como en el manejo del lenguaje, tan preciso y contundente'. Un lenguaje poético y creador, usado por el padre y el hijo para bautizar los cuadros vivientes que se vislumbran desde su ventana: «¿Por qué habríamos de tapar la vista con telas», decía mi padre, «si ahí, de pared a pared, tenemos un cuadro?». Precisamente la imaginación es el arma que se utiliza contra las carencias materiales y el amor es la única pertenencia indispensable para sobrevivir.
A través de sus palabras, Caputo narra el deseo. En el capítulo «La Ruleta», el personaje del hijo explora de manera intercalada sus ansías sexuales en el mundo virtual y en el real. Sin embargo, los encuentros con otros hombres reafirman esta idea de soledad y orfandad del personaje, quien luego de una maratón de sexo en un sauna, solo piensa en regresar a su casa donde lo espera su padre, quien la mayor parte del tiempo actúa como si fuera el hijo.