Debajo de un palo de algarrobo, autoridades de los diferentes asentamientos del pueblo kogui en la Sierra Nevada anuncian los temas que le harán llegar a la misión de la Defensoría del Pueblo. La reunión es cómo una especie de concejo. Varios de los líderes y autoridades intervienen. Hablan en su lengua, sonríen, mueven las manos. Todo ocurre delante de la misión y del defensor del Pueblo, Carlos Negret
El encuentro, en su lengua, demora casi 10 minutos y Silvestre Gil, quien estaba presente en la reunión se prepara para traducir o hacerle llegar los mensajes a Negret. Los puntos los discutieron la noche anterior hasta las 2:00 de la madrugada.
«El turismo es algo que necesita ser regulado. Hay quienes dicen ser turistas y son grupos ilegales que se quieren adueñar en la Sierra y se convierten en un peligro latente porque quieren pasar por encima de la autoridad», dice Silvestre, un hombre un poco robusto, blanco de 34 años.
Resalta el indígena que la paz los ha acompañado desde hace algunos años, pero pone de relieve que en los últimos años «los turistas» han llegado para «violentar» su cultura y señala que la Sierra ha sido víctima, a lo largo de la historia de las siete plagas, haciendo referencia a la llegada de Colón, las Farc, los paramilitares, marihuana, coca, evangélicos y turistas.
«Hay incumplimientos por parte de Parques Nacionales al dejar entrar a los visitantes hasta los sitios sagrados que tenemos. Ellos saben lo importante que eso para nosotros», dice.
Juan José Nolavita interviene. Es una autoridad de San Antonio y señala que el tema de los turistas es algo que se tiene que controlar con la ayuda de todos «con urgencia».
«Los turistas llegan y dejan basuras en los ríos y a lo largo del camino. Eso nos afecta ambientalmente, no solo porque contaminan la Sierra, sino porque irrespeta a los espíritus de la montaña», señala Nulavita.
Silvestre retoma la palabra y añade que megaproyectos, que se llevan a cabo en las ciudades al pie de la montaña, están «afectando» el equilibrio ambiental de la Sierra.
«Los picos están desapareciendo y eso hace que el nivel de los ríos bajen. La tala de los árboles también fomentan a que el suelo se erosione y se vaya volviendo no apto para la siembra, que es de lo que nosotros vivimos», apunta.
De momento, todos hacen silencio. Llega el mamo Zaleh Nulavita y todos lo saludan. En medio de la conversación, el mamo mayor pide a los miembros de la misión ver el dron que será usado en horas de la tarde en una actividad preparada por la misión.
El defensor del Pueblo, Carlos Negret solicita a su equipo encender el artefacto con cuidado, para que los presentes lo puedan observar. El dron se enciende ante la mira de casi 100 hombres pertenecientes a la comunidad kogui. El objeto se eleva y los asistentes se ríen, otros miran sorprendidos el aparato.
Posteriormente, el objeto se baja ante los pies del mamo Zaleh, este lo repara fijamente con la mirada y es retirado de su presencia. Las autoridades dan permiso para sobrevolar y hacer registro en la Sierra.
La reunión de las peticiones se retoma. Silvestre denuncia que el mestizaje y la evangelización es algo que también los está preocupando.
«Llegan nuevas comunidades al pie de la Sierra y comienzan a llevarse a los indígenas. Ya no hay hombres que tienen el poporo y visten de civil, eso está haciendo que se pierda la cultura», explica Gil.
En efecto, en comunidades como Palmor y sus veredas hay un auge de iglesias cristianas. «En casa cuadra hay una. Son libres también, pero deben respetar. Ya mucho nos ha tocado pagar a lo largo de la historia», enfatiza.
Otro problema que expone el hombre es que el gobierno Nacional, a través del Ministerio de Interior encabezado por Alicia Arango Olmos, está permitiendo la creación de una organización dentro del asentamiento con algunos miembros disidentes de los kogui para representarlos antes las autoridades.
«Ese reconocimiento se quiere dar por el desconocimiento de nuestra realidad. No deben permitir que nos dividan así. Somos un pueblo ancestral con nuestra cultura, con nuestra forma de cuidar la Sierra», explica.
En efecto, el pasado 20 de febrero la ministra de Interior emitió el decreto 252 que permite a las asociaciones indígenas celebrar contratos de manera directa con las entidades estatales.Dice Gil que ese reconocimiento se da por intereses de corporaciones que quieren «explotar la Sierra» de todas las formas posibles.
El defensor escucha atentamente, toma notas en una libreta de rayas. Le toca intervenir. El funcionario les da la razón a las autoridades al indicar que «la Sierra es de los indígenas y son espacios que hay que respetar».
«Todas estas peticiones se las llevaremos al Gobierno Nacional y la discutiremos. Nos toca un trabajo duro e intentaremos hablar con los operadores de la mejor manera. Esas malas energías, no consultadas con ustedes, debemos tratarlas», prometió el defensor.
En medio del acto, el defensor devolvió al mamo Zaleh unas piedras que habían sido usadas para la realización de collares. «Esto es de ustedes. Está de regreso a sus manos», apunta Negret.
Esos objetos, según los mamos, fueron «arrancados» y muchas veces dificultaban la comunicación con los guías espirituales. En el encuentro, la misión dio como ofrenda a los mamos tres hilos de lana, tres paquetes de algodón y un saco de caracuchas (conchas de mar que es usada en el poporo).