Sus 4 hijos la sentaron en el cuarto de la casita de tabla en Puerto Colombia, a los dos días de haber salido de la cárcel Picaleña, en Ibagué. Le tocó sacar fuerzas entre el llanto. Se sintió arrinconada y pensó que el mismo coraje que tuvo en la vida para cometer los errores era el mismo con el que ahora debía enfrentarlos.
Mar Yuri tiene 36 años, es una de las 21 mujeres en proceso de reincorporación en el Atlántico. Fue condenada por secuestro extorsivo, en colaboración al frente 21 de las Farc que operaba en el Huila, cerca de Mesetas del Colegio (Cundinamarca) donde vivía hace 8 años.
Durante su ausencia, la familia se desplazó por el territorio colombiano, desde el sur del país hasta el norte. Primero estaban en Mesetas del Colegio, Cundinamarca, después se fueron a Cartago, en Valle del Cauca, recorrieron otros tantos municipios que Mar Yuri ya no recuerda. Llegaron a Galera Zamba, en Cartagena, y luego a Puerto Colombia, en el Atlántico.
Mientras tanto, ella pagaba una doble condena en Ibagué: la de haber errado en la vida y la de la humillación por estos mismos. Se sentía indigna de recibir a sus hijos durante los 6 años que estuvo en la cárcel, poca merecedora de la sonrisa de ellos a cambio de una visita en el centro carcelario. De vez en cuando, las personas van lacerando la culpa que heredan de sus fallas.