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A Margarita De la Ossa no le gusta el Carnaval de Barranquilla, las multitudes que convoca y los heridos que deja la fiesta. Y sin embargo, durante diez años (de 2008 a 2018) estuvo yendo a él de manera consecutiva, pero no como una espectadora o participante corriente del evento, pues la suya era una labor de servicio especial, una socorrista y voluntaria de la Cruz Roja que coordinaba los equipos y las atenciones médicas para prestar en caso de emergencia. Ese trabajo le exigía salir con un equipo en una ambulancia acompañando las carrozas de la 84, o estar desde las 5:00 a.m. en el Festival de Orquestas, en una jornada que podía extenderse de 12 a 14 horas en precarnaval y Carnaval.

La labor de Margarita es múltiple. Aunque ya dejó de prestar aquella asistencia médica agotadora que hoy continúan las «nuevas generaciones», sigue desempeñándose en la Cruz Roja en el programa psicosocial que inició hace seis años, y del que es referente líder. A su cargo tiene diversos grupos poblacionales: el del adulto mayor, enfocado en personas de la tercera edad con patologías crónicas degenerativas, como cáncer o artritis, con quienes realiza talleres de manualidades que sirven de terapia y ejercicio. El de estudiantes de primaria del colegio Esperanza del Sur del barrio El Bosque, a quienes ofrece un programa para prevención de consumo de sustancias psicoactivas, abuso infantil o enfermedades de transmisión sexual. Al mismo tiempo, De la Ossa hace parte de varias campañas de la Cruz Roja para la prevención del suicidio, en favor de los derechos de la mujer y en contra de la violencia de género. 

Desde el 2018, cuando dejó la asistencia médica en eventos multitudinarios (el último que cubrió fue los XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla), empezó a ser parte de otro de los programas base de la Cruz Roja: la Casa de Atención al Migrante, ubicada en la calle 45 con 44, en donde se le brinda atención médica y psicológica a personas migrantes de escasos recursos. 

Desde agosto de aquel año brindan acompañamiento y atención integral a ciudadanos procedentes de Venezuela. Gracias a distintas agencias colaboradoras con la Cruz Roja, pacientes venezolanos y regulares han recibido allí numerosos medicamentos para atender diversas patologías. En el mismo programa decidieron favorecer a la población migrante con VIH, miembros de la comunidad Lgbtiq a los que no se les prestaba atención (la principal la recibían los niños y mujeres en estado de embarazo). Eran a «los que menos le ponían cuidado», pero «en estos momentos no es así», dice Margarita, y agrega que el año pasado se beneficiaron con dicho proyecto de salud unas 10.000 personas.