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«Sentí que lo más correcto era salvar la vida de mis compañeros. No podía dejarlos allí, jamás me hubiese perdonando un actuar distinto ante todo lo que ocurrió». Esa consideración la hace Álvaro Enrique Ríos Luna al recordar, después de dos años, su papel tras el estallido de un artefacto explosivo en la Estación San José la mañana del 27 de enero de 2018.

Salvar las vidas de los patrulleros Cristian Ortiz Palacios y Jean Carlos Quintero Ruiz era la prioridad, según señala el agente, a pesar de que se encontraba herido con esquirlas en diferentes partes del cuerpo.

«Recuerdo que toqué a varios de mis compañeros que pensé que estaban muertos y busqué a otros; en ese momento no sabía qué hacer, quedé solo junto a otro compañero herido», asegura Ríos al tiempo que resalta que en ese momento de su vida no solo le afianzó los valores, que considera son intrínsecos a él —solidaridad y empatía—, sino que le demostró lo vulnerable que puede ser una persona en cualquier circunstancia de la vida y cómo su humanidad puede depender de otros.

El también patrullero de 36 años, señala que luego del suceso comprendió que al mundo le falta «más tolerancia y respeto por la vida».

«Este es un mundo de sonido, y tras la explosión me he detenido a ser muy observador y más analítico de las cosas. Me he dado cuenta que las personas tienden a ser muy egoístas, se olvidan de los demás», dice Ríos.

Minutos después del estallido, cuenta el patrullero, que se percató como hubo personas que se acercaron a la escena solo para ver qué provecho material podían obtener de sus 6 compañeros fallecidos y de los 42 heridos que quedaron tendidos en el patio de formación de la estación de policía.