Cuando cerramos los ojos es posible detener al mundo. En ese instante de meditación y silencio, se puede reconocer que pese a todas las diferencias que existen entre los países o culturas que cubren el globo, todos somos humanos, pero sobre todo, somos hermanos. A este valor recurre una premisa milenaria: «todos estamos conectados».
Con base a este indicio fundamental se rige el valor de la solidaridad, un sentimiento que supone «un apoyo incondicional a intereses ajenos, a no estar pensando solo en el bien propio sino incluso en los demás», dice Olga Hoyos, docente de Psicología en la Universidad del Norte.
Su colega, Wilson López, docente titular de Psicología en la Universidad Javeriana, complementa su visión agregando que la solidaridad también se enfoca en «ser capaz de compartir con el que menos tiene, con el más vulnerable; incluso, con el que más tiene, en su situación de dolor. Es un sentimiento profundo de empatía, de ponerse en el zapato del otro».
Cerca de 7.700 millones de habitantes en el mundo crean una sociedad «tan extensa que es difícil que exista gente que haya construido todos los valores», cree López, por eso enfatiza en que la solidaridad se debe erigir desde los cimientos de la familia educándola a diario y sostiene, «aunque la gente no lo crea así», que en las etapas de pobreza es donde más se aprecia la solidaridad.
«En una investigación con una colega encontramos que en las situaciones de necesidad se construye una solidaridad fuerte porque siempre el que vive en medio de la escasez aprende a compartir. El mundo ha crecido mucho y una buena parte de la población ya no está en pobreza. Ahí, cuando uno sube, a veces se le olvida que hay que estar conectado», sostiene el profesor de la universidad bogotana.
Si bien en los tiempos que corren con la presencia del covid-19 en todo el mundo existe un llamado a la solidaridad y aunque todas las personas están en capacidad para ser solidarios, a nivel de desarrollo cognitivo «el ser humano tiende a buscar la satisfacción personal porque por procesos de desarrollo lo primero que aparece es satisfacer nuestras necesidades básicas y satisfacernos a nuestros propios intereses», explica por su parte Hoyos.
«Aunque llegamos a la solidaridad de todas formas, hay que insistir en ella. Requiere una intencionalidad permanente y en pensar en el bienestar común como una forma de bienestar general», concluye la psicóloga barranquillera y afirma que también la misma puede ser puntual y surgir esporádicamente en un momento o acción determinada.
Una intencionalidad que es llamada «construcción pedagógica», por parte de Wilson López, y en la que se debe aprender que «la vida de todos es valiosa y única» y que el nivel de conexión entre toda la humanidad es tanto, que el aislamiento preventivo en casa como medida de atención por el covid-19 en el país, «no tiene que ver con que solo una persona se salve, si no que la vida está en riesgo y que alguien más puede contagiarse».
«Si el mundo necesitaba aprender que en verdad estamos conectados y que en verdad dependemos uno de otro incluso aunque a veces se nos olvide, la sociedad lo está aprendiendo rápidamente. Por la parte de Colombia, éste es un país que ha estado en guerra y que tiene todas los índices de solidaridad muy bajos y necesitamos en este momento construir confianza entre nosotros», relata López.
Esos indicadores que comenta el psicólogo de la Javeriana están encubiertos por el miedo, una reacción por temor a lo desconocido que impulsa, en ocasiones, a actuar de mala forma. «Fíjate lo que ocurrió en Neiva donde apedrearon la casa de la paciente positivo por coronavirus. Allí la solidaridad no es lo que gana, sino el temor por nuestro cuidado propio», expresa la psicóloga Hoyos, quien agrega que la falta de información más precisa genera angustia e impulsividad en la gente.
Allí es donde recae el papel de los medios de comunicación. Según ambos expertos, estos actores de la información tienen la responsabilidad de sensibilizar al público brindándoles contenido de calidad, con fuentes poderosas y nada amarillistas. «Los medios tienen una relevancia grandísima en este momento».
Conscientes de ello, los diferentes tipos de medios de comunicación se han sumado a la tarea de reconocer y promover diferentes actos de solidaridad que están ocurriendo alrededor del mundo en medio de la pandemia por el covid-19. Aplausos en los balcones de edificiones residenciales en Europa; reparto de comida a personal médico en China; ayudas económicas a los ancianos, entre otras, se han multiplicado en las plataformas de los medios.
«Creo que el mensaje que nos llega de otras partes del mundo son solidarios porque nos están diciendo que aprendan de aprendamos de su experiencia y que nos cuidemos. Cuando estamos en aislamiento es una manera de cuidarnos y también de ser solidarios», confiesa Olga Hoyos.
Ponerse en los zapatos del otro es un ejercicio que se debe hacer permanentemente y cualquier acción, debe ser siempre pensando en el cuidado general pero que también quisiéramos hacia nosotros, cree Hoyos.
Si la mejor forma de enseñar a los niños es a través del ejemplo, que el mejor método para contagiar la solidaridad sea viralizando estas muestras de apoyo, de resiliencia y de apostar a ciegas por la otra persona siempre en beneficio del colectivo que está conectado. «La respuesta más altruista es la que nos hace humanos», dice Olga Hoyos.