La música, las costumbres, la gente y una mujer, Silvia Paniagua, se cruzan en la vida de Vigo, un sueco que después de vivir en su perfecto y gélido país descubre que él no es tan perfecto como creía ser. En la tierra del café le enseñarán que las caleñas son como las flores; que fiesta sin pelea no es fiesta; que la malicia indígena es lo más parecido a un don paranormal y que a los colombianos los apasiona tanto el fútbol que aunque siempre ‘les roben los partidos’, saben que “perder es ganar un poco”. Imaginarios sobre los cuales se ha establecido una identidad nacional, esa identidad de la que Vigo quedará completamente enamorado, a pesar de todos los altos y bajos que le toca vivir.
Por eso la premisa de esta cinta contextualiza el porqué mientras en el exterior los colombianos son los parias, en Colombia los extranjeros son los reyes.
Vigo no será la excepción y será recibido como un hijo pródigo, que lo llenan de alabanzas y de grandes atenciones por el simple hecho de ser europeo.
Pero él termina descubriendo que aún con tanto calor humano, en el país del Sagrado Corazón y el realismo mágico, se vive en medio del caos y del ímpetu propio de la imperfección humana.