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El enfrentamiento entre la vida y la muerte se volvió un lazo de amor entre Dalmiro Barrios y Natalia Angulo, dos cartageneros que hace cinco años se hicieron novios y se dejaron contagiar por la alegría y el colorido del Carnaval de Barranquilla.

Dalmiro, que cursaba su carrera de Ingeniería Electrónica en la capital del Atlántico, en 2012 fue invitado por un compañero a participar en el Cipote Garabato. Él aceptó gustoso, sobre todo porque su madre, Beatriz Fuentes, desde muy niño le sembró el amor por la fiesta a la que asistían religiosamente.

Al termino de las fiestas de 2016, Dalmiro conoce a Natalia en el corralito de piedra a quien además de declararle su amor, le cuenta de su gusto por carnavalear y especialmente por bailar en una de las danzas más representativas. Dalmiro en esa misma conversación también invitó a la joven a unirse a la comparsa para que fuera su pareja en el año venidero.

'Llegó el momento del Carnaval y él me dijo — ¿vas a bailar conmigo o bailo con otra?— (risas). Yo bailo contigo, le contesté enseguida', recuerda Natalia.

Desde ese momento y por cuatro años seguidos los cartageneros han sido hacedores del Carnaval, una labor que les implica tiempo, esfuerzo y sacrificio, ya que al no vivir en la ciudad currambera se les dificulta el tema de los ensayos que empiezan uno o dos meses antes de iniciar formalmente los cuatro días de gozadera pero que no es impedimento para participar.

'Los ensayos son martes y jueves entre las 8 y las 10 de la noche. Por lo general salimos del trabajo y en seguida nos vamos para Barranquilla, llegamos justo a tiempo al ensayo para regresarnos al día siguiente en la madrugada y poder llegar al trabajo nuevamente', relata Dalmiro.

Con 31 años de tradición, este año el Cipote Garabato y la pareja de enamorados no serán acompañados por el sonido de la flauta de millo y mucho menos por el vestuario negro, rojo, amarillo y verde con el que recorren los 4 kilómetros de tradición; motivo que les causa nostalgia pero a la vez esperanza de poder reencontrarse pronto en el Cumbiódromo.

'Da guayabo. Es una sensación de tristeza que este año no pudimos bailar. Pero siempre con la esperanza de que pronto vamos a volver a compartir con la comparsa y los amigos. Creo que cuando se vuelva a repetir el evento será mucho más significativo porque aprendes a valorar más. Sobre todo nosotros que se acaba el Carnaval y ya estamos esperando con ansias el próximo', expresa Natalia.

Por su parte Dalmiro, que lleva nueve años como hacedor del Carnaval, afirma que vivir y sentir esta fiesta es una de las mejores sensaciones que ha podido experimentar y que además le permite mostrarse tal cual es.

'Hacer parte del Carnaval es la mejor experiencia de mi vida. Cuando Dalmiro está con el traje de Garabato, soy yo en mi máxima expresión. Es felicidad absoluta'.

La pareja de danzarines que desfila sábado y domingo de Carnaval, el lunes se convierte en espectadora para deleitarse de todo el colorido que la fiesta más alegre de Colombia le regala a los carnavaleros.