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En una de las biografías de Esteban Cortázar reposa que en sus primeros años fue 'un niño precoz, intuitivo y artístico'. Y no son palabrerías. Su sensibilidad fue congénita. 

Nació en Bogotá, pero su crianza transcurrió en Miami, Florida, rodeado de fotógrafos, supermodelos como Naomi Campbell, Cindy Crawford y diseñadores de moda de la talla de Gianni Versace. Esos encuentros directos, sumados a la seducción de la industria, lo llevaron de pequeño a sentir pasión por el diseño de modas.

Dentro de sus intereses siempre estuvo el arte, la música, el baile y la actuación, lo que lo llevó —como cogido de la mano— a explorar su lado más creativo. 

Él resalta que sus padres ejercieron una fuerte influencia: su madre, Dominique Vaughan, por ser cantante de jazz, y su padre, Valentino Cortázar, por ser artista. Los dos crearon un ambiente bohemio y creativo del que Esteban fue partícipe.

Debutó a sus 17 años en las pasarelas de Nueva York, con una colección inspirada en Miami, en el mar, en los colores cítricos y en los momentos íntimos de las mujeres.

'Esa época la recuerdo con mucho cariño porque me dejó grandes enseñanzas y porque hace parte de mi historia y de la historia de la cultura pop y de la moda de aquel momento', expresa.

En su crecimiento profesional —que se ha dado de forma natural— admite que han sido muchas las personas que han contribuido, sobre todo el diseñador Todd Oldham, quien hoy día es su 'gran amigo'. 

'A los 23 años salté a la casa de moda Emanuel Ungaro y más tarde decidí consolidar mi marca personal. Aunque apenas tengo 36 años siento que he vivido un montón, que entiendo y sé mucho más de lo que quiero. He evolucionado en lo creativo, en lo intelectual, en lo emocional y en lo profesional (…) Cuando tienes tanta experiencia ganas mucha perspectiva, pero también te genera emoción e intriga lo que se vendrá'.

En el presente, con un talante único que lo ha llevado a ser apodado como 'el niño prodigio de la moda', sigue direccionando sus energías a su marca personal.

Proceso creativo

Esteban no tiene fórmulas a la hora de crear sus colecciones. Escribe mucho y dibuja cuando siente el deseo de hacerlo. Se dedica por momentos a elaborar collages y a plasmar sus propias ideas, vinculando siempre sus vivencias personales.

'Hay cosas que vuelvo a reinterpretar de alguna manera en mi proceso creativo como mi amor por Colombia, por la cultura latina, por Ibiza, por Cartagena y por aquellos lugares que hacen parte de mi ADN como artista y como persona'.

Procura imprimir en cada colección amabilidad, tolerancia, inclusión, diversidad y sostenibilidad, porque —explica— son 'valores básicos que todos los seres humanos deben tener' y porque así vive su vida.

'Esos valores hacen parte de mi crecimiento y de mi madurez personal. He entendiendo que es importante vincularlos en todas mis facetas y en cualquier colección o proyecto que haga (...) Aunque sé que mi trabajo no siempre le gustará a todo el mundo, yo busco que tenga un mensaje profundo, más allá de las cosas lindas y banales'.

Ve el panorama de la moda en Colombia de forma positiva, pues desde su perspectiva cree que ha evolucionado con pasos agigantados. 

Otro de los puntos que destaca en su conversación es que la moda sostenible le ha dado muchos aprendizajes. Por ejemplo, el sentido de responsabilidad al mirar detalladamente los procesos y las decisiones conscientes frente a cómo consume, cómo compra y elige las telas, cómo elabora la ropa y cuáles son las historias que hay detrás. Estima que este tema ha traído consigo muchos retos que desde ya se están poniendo en práctica y están generando un 'impacto interesante' en la industria de la moda mundial, sobre todo con la crisis desatada por la pandemia de la covid-19.