Lina Miserque Salgado se mudó a Barranquilla huyendo de una relación tormentosa y anhelando tener una vida tranquila. Lo que ella nunca imaginó es que, con el paso del tiempo, arriesgaría todo por consolidar lo que hoy día se conoce como ElleHeme, una tienda de maquillajes que cuenta con un punto físico en el norte de la ciudad y 100 mil seguidores en Instagram.
Tenía 19 años cuando dejó Corozal (Sucre) y se arriesgó a empezar sola en una ciudad lejos de los suyos. Al llegar, vivió en una pensión y trabajaba en una empresa de comunicaciones.
A Lina le costó acostumbrarse a una ciudad que, a diferencia de su pueblo natal, vivía a millón. Varias veces quiso tirar la toalla y devolverse, pero se negaba a sentirse derrotada y se quedó. En la empresa a la que llegó la ascendieron, pero luego pasó a trabajar en una agencia de viajes pagando la nómina, mientras estudiaba contaduría.
Con los días se dio cuenta de que esa no era la carrera que quería estudiar y en sexto semestre se retiró. Siguió trabajando en la agencia de viajes y, a la vez, vendía pijamas para tener un ingreso extra. A pesar de contar con un trabajo estable, Lina sentía que eso no la llenaba, no la hacía completamente feliz.
Una noche comenzó a ver tutoriales de maquillaje por Instagram y eso llamó su atención. Así fue como dejó de vender pijamas y se motivó a vender labiales. Lina se dio cuenta que con esos productos le iba mejor y siguió con ellos. Su primer pedido fue de $300.000 y asegura que 'se vendieron en menos de nada'.
Así nació @makeup_elleheme en Instagram. Allí vendía maquillajes que compraba al por mayor en una tienda de Medellín (Antioquia) y sus clientes empezaron siendo su familia, amigos y compañeros de la empresa.
Lina recuerda que su novio de ese momento fue quien la impulsó a vender por cantidades mucho más grandes. Llevaba días viéndola emocionada con sus maquillajes y sus tutoriales hasta que un día le propuso traerle labiales desde China.
'Él me propuso traer 500 labiales y yo estaba dudando porque no sabía qué iba a hacer con tantos. Así empecé a publicarlos, los ofrecía al por mayor, por unidades, por docena y los vendí en menos de un mes. Él me vio ese potencial para vender y me apoyó'.
En el día atendía su puesto en la agencia de viajes y por la noche se dedicaba a su emprendimiento. Anotaba los pedidos, armaba los domicilios y al día siguiente los enviaba. Así distribuyó su tiempo por casi dos años, hasta que un día, cansada de las llamadas de atención por estar en el celular recibiendo pedidos, renunció.
En 2017 Lina se arriesgó a dejar un trabajo estable por dedicarse, por primera vez, a lo que de verdad le gustaba: su negocio de maquillaje. Un día, en una de sus idas al Centro, se encontró con un posible proveedor que le solicitó más de 500 unidades, pero que al final quedó en nada, pues la mercancía demoró casi un mes en llegar.
Fue una joven distribuidora de maquillaje la que 'salvó' a Lina en ese momento, pues fue ella quien compró la mayoría de productos. Así recuperó sus ingresos. Ya no solo vendía labiales, sino polvos, bases, correctores, entre otros. Su casa se convirtió en su bodega y desde allí se encargaba de todo, desde la publicidad hasta la venta y distribución de pedidos eran realizadas por Lina.
'No tenía vida social, pero me apasionaba mucho. Ahí me di cuenta de que eso era lo que me gustaba y empecé a estudiar cosmetología y me gradué'.