Con el deseo compartido de gestar un emprendimiento, los administradores de empresas Marco Sredni, Luis Touriño e Ilan Szteinberg (radicado en Estados Unidos), lograron materializar en 2019 un restaurante con un concepto de lobster bar.
El voz a voz fue la base para darse a conocer en el mercado de los restaurantes y ante el público. Reconociendo su poca experiencia en la industria, pero ilusionados con su idea de negocio, se pusieron 'la camiseta' e hicieron las veces de 'toderos'.
'Comenzamos con tres colaboradores en cocina y uno en servicios, además de nosotros que nos distribuíamos entre la caja, el lavado de platos y la atención de las mesas. En los dos primeros meses nuestras mamás nos ayudaron y poco a poco fuimos consolidando un equipo de trabajo más robusto. Ya hoy contamos con 12 personas', manifiesta Luis, de 29 años.
En la actualidad el restaurante recibe el nombre de Woma (@woma.lobsterbar), elección que se dio gracias a una búsqueda 'implacable' de palabras que tradujeran langosta en otros idiomas. Aseguran que en esa misión llegaron a la traducción en creole francés.
La pandemia
Luis y Marco aseguran que en el momento cumbre de su empresa las noticias nacionales empezaron a dar luz verde sobre el decreto que reglamentaba el aislamiento obligatorio. En ese momento, dicen, solo tenían claro que contaban con cinco personas en su nómina, tenían cuentas por pagar y debían permanecer con las puertas del establecimiento cerradas.
'Analizando el panorama coincidimos en que no íbamos a sacar a nadie del equipo. Sobrevivimos gracias a los domicilios, a través de Rappi', explica Marco, de 27 años.
Durante ese periodo —señalan— las redes sociales se convirtieron en su principal herramienta para seguir generando recordación. Desde Instagram, por ejemplo, la estrategia fue realizar actividades que mantuvieran a las personas interactuando con la marca. Alternativamente tuvieron como cometido comprar insumos para elaborar almuerzos que fueron repartidos a habitantes de la calle que dormían en los andenes en medio de la soledad del confinamiento.
'Nosotros pensábamos en que había gente que seguía en las calles sin comer nada, así que nuestra primera salida la hicimos en el centro de Barranquilla. Esta experiencia, que repetimos varias veces, significó mucho porque pudimos aportar un granito de arena en medio de la situación', indica Luis.
A partir de esta iniciativa surgió otra. Los esfuerzos se fueron canalizando hacia la recolección de fondos, en colaboración con la fotógrafa Julie Cuello, logrando armar 4.000 mercados que fueron distribuidos en los hogares de más de 15 barrios en situación de vulnerabilidad. La idea, según indican, tomó forma gracias a que Julie Cuello creó la cuenta de Instagram @hope.inmotion, en la que realizaron un concurso para recolectar los recursos.
Marco y Luis manifiestan que en esa misma época encontraron una oportunidad de negocio, relacionada con la venta de mariscos al por mayor.
'Esto fue posible porque recibíamos el producto directo de La Guajira, que era tratado por nuestros aliados, provenientes de una comunidad indígena (...) Ahora le seguimos apostando a esta línea de negocio con un compromiso claro: formalizar el procesamiento de los mariscos, que es 100% artesanal, con el fin de que nuestros aliados tengan un lugar equipado para trabajar (…) Hoy día le vendemos a clientes en Medellín y en Cartagena y estamos iniciando negociaciones con una pescadería grande en Cali'.