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Una barranquillera de corazón vallenato, así se podría definir a Margarita Rosa Doria. Esta intérprete del folclor lleva este género en las venas, pues creció rodeada del sonido del acordeón, las parrandas con guitarras y asistiendo a festivales de dicho género. 

Era cuestión de tiempo que en ella despertara el interés por ese legado cultural que provenía de su familia. Su padre, Guillermo Doria, es parte de la industria musical y su familia materna vive entre La Guajira y el Cesar, epicentros del vallenato. 

'A mí desde pelaíta no sé qué me daba cada vez que escuchaba un vallenato, me emocionaba; quizá no estaba en mí, sino en lo bello que es lo que tiene este folclor de llegar desde temprana edad'. 

Sus mejores recuerdos de su niñez y juventud son en un escenario. Margarita cuenta que al principio su papá no creyó en su talento, pero eso no la detuvo. A los siete años cantaba y bailaba y podía hacerlo durante horas, repitiendo sus casetes. Con el tiempo, y notando el talento de su hija, a su padre no le quedó más que apoyarla y formarla como artista. 

'Creo que Dios me ha dado un gran don aparte de cantar y es tener una actitud positiva la mayor parte del tiempo, a pesar de las circunstancias. (...) Siempre he pensado que no es tanto el talento que uno tenga, sino las ganas que uno tiene de superarse a uno mismo. Y esa es mi historia'.