Cristina Echeverry aún guarda en su memoria —como tesoro invaluable— las veces que de niña su papá Luis Fernando Echeverry preguntaba: ¿quién quiere ir a la finca? y que ella sin vacilar respondía con un 'yo' rotundo.
Esas aproximaciones permitieron que entre ella y el campo se consolidara una estrecha relación. Allí encontraba su 'mundo mágico', un 'espacio especial' en el que se tomaba un respiro de la vida citadina y donde podía sonreír perdiendo la noción del tiempo.
'Siempre he tenido la interacción con el campo y me gustan mucho los animales. Estar en la finca es mi plan favorito porque siempre he sentido pasión por la tierra'.
La barranquillera, de 27 años, estudió Administración de Empresas y luego se concentró en la realización de una maestría en Negocios Internacionales, en España. Al retornar en 2019 a Colombia decidió fusionar aquel gusto que emergió en su infancia con su vida profesional. Fue así como hace tres años, al trabajar con su familia en la producción de carne de cordero y tilapia roja, empezó a experimentar nuevas oportunidades de negocio.
'Cuando se inició la pandemia nos dimos cuenta que lo único que necesitábamos como seres humanos era una buena salud, además de una familia, porque uno definitivamente es lo que come. Por tanto, le aposté a empezar a sembrar batata orgánica. En todo el proceso me ayudó mi papá, que ha sido mi mentor y que ha trabajado de la mano conmigo'.