ecidir una carrera profesional cuando se es joven no es fácil, pues de eso dependemos para el resto de la vida. Sin embargo, para Jonathan Hennessey no fue tan difícil elegir, él tenía claro que su futuro era ser arquitecto.
De niño lo supo, pues creció con un padre dedicado a dicha profesión a quien observaba mientras preparaba sus clases o creaba sus diseños en una mesa de dibujo.
Esa relación directa y temprana con su carrera influyó en él. Pero, estando a punto de ingresar a la universidad, lo pensó dos veces e investigó varias carreras enfocadas en las humanidades como la sociología o la filosofía. Sin embargo, fue en una charla de orientación profesional, casualmente dictada por su padre, en la que regresó a él su decisión inicial.
'Cuando mi papá empieza a contar qué es arquitectura y en qué consiste yo entendí que eso era lo que quería hacer', asegura con orgullo y se le iluminan los ojos cada vez que habla de su profesión. No olvida el discurso, recuerda y recita sus palabras, sobre todo aquellas enfocadas en cómo la arquitectura debe tener en cuenta el pensamiento, el corazón y la razón del hombre para lograr y llevar a cabo el proyecto deseado.
'Entendí que la arquitectura es mucho más profunda que el hecho de construir, se trata de desarrollar con el pensamiento un espacio que produzca sensaciones y percepciones en el ser humano para que se incline a una u otra forma de hacer y de vivir'.
Por eso asegura que su sello como profesional está en los detalles, la investigación previa de los gustos y preferencias de sus clientes. Así, explica, los perfila e interioriza para 'traducirlos en arquitectura' y diseñar proyectos según las necesidades de sus clientes.
'Uno termina siendo un sastre que debe entender todo por fuera para hacerlo a medida y que case perfecto', explica. Para él, parte del éxito de un proyecto, traducido en la apropiación y uso de un espacio, 'está en esa etapa de investigación en la que empiezas a decantar para producir esa respuesta que está hecha a la medida'.
Esas ganas de interpretar y siempre 'ver más allá' las tiene desde que era un niño. Para Jonathan resulta apasionante entender cómo funciona el pensamiento del hombre dentro de su entorno. Por eso encontró la forma de unir sus pasiones y dedicarse a ellas para el resto de su vida. Esa característica lo destaca y la sostiene su esposa y colega, Laura Torregrosa, quien asegura que es posible reconocer los proyectos que este barranquillero realiza porque 'combina el diseño arquitectónico, la visión y comprensión del usuario final'.
En el Atlántico, los diseños arquitectónicos de escenarios deportivos como la Unidad deportiva en Repelón, el parque Espejo de Agua en Baranoa y el Parador turístico de Luruaco, entre otros más, son de su autoría. En Barranquilla, varios edificios, oficinas, casas y salas de negocio cuentan con su sello profesional y también ha trabajado para clientes privados en Santa Marta y Cartagena.