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Desde que estaba estudiando en la Universidad del Norte Ingeniería Civil Antonio Javier Castro Franco sabía que no quería ser solo empleado de una compañía constructora sino convertirse en un empresario. Con ese objetivo su rendimiento académico lo llevó a ser parte del programa por la excelencia profesional, donde se tocaban temas sobre emprendimientos y estrategias de negocios con líderes empresariales de la época.

Aquellos temas le permitieron desarrollar una visión soñadora pero aterrizada que condujeron a Antonio a ser empleado por dos meses para luego constituir su primera sociedad con un compañero de estudios. Esta solo pudo durar un año por desacuerdos, pero las ganas de avanzar seguían ahí y decidió conformar otra sociedad en el sector de la construcción, esta vez en la parte industrial.

'En ese momento tenía conmigo solo las ganas y una hoja que era la cámara de comercio. No tenía recursos económicos porque mis padres me dieron el mayor tesoro que fueron mis estudios y de ahí para adelante seguí yo'.

Con esta nueva oportunidad Antonio encontró muchas puertas cerradas por no tener la suficiente experiencia pero se abrió una ventana con Cementos Caribe donde, cuenta, se volvió uno de los 'mayores contratistas'. Para ese entonces comenzó a cambiar el panorama del joven de 23 años.

Con la experiencia ganada el ingeniero se trasladó a los departamentos del Cesar y La Guajira para seguir laborando, pero no fue posible, pues fue secuestrado por la guerrilla a sus 26 años. Ese martirio, que duró tres meses, lo llevó a perder lo que material y anímicamente había logrado construir. 'Me tocó volver a comenzar. Lo poquito que había hecho se fue en la liberación y cuando regresé fue en ceros, con ganas de no ser más ingeniero'.

Cuenta el barranquillero que su liberación fue en octubre y durante los meses siguientes no quiso saber del mundo pero el 2 de enero de 1996 decidió que quería iniciar nuevamente y dejar atrás lo ocurrido.

'Llamé a un amigo que estaba en el sector empresarial y le dije —estoy aquí y necesito su apoyo para arrancar de nuevo— y así retomé nuevamente el sendero de la construcción'.

Con un nuevo comienzo Antonio se convirtió en una pieza clave de la construcción en la ciudad de Barranquilla. Estuvo a cargo de la urbanización de Villa Carolina al igual que la de Miramar, el corredor de la 53, la calle 98, la calle 100, entre otras obras importantes que lo llevaron ya no solo a urbanizar sino a construir integralmente en el 2004 el proyecto de interés social Adelita de Char en la urbanización La Playa.

'Eso fue un negocio grande para nosotros, porque ya íbamos a construir viviendas. Era casi seis veces lo que hacíamos en un año y nos llevó a un crecimiento rápido y no tan organizado porque aunque fue muy grande, no nos fue financieramente bien y se quebró la empresa'.

Haber vivido un secuestro y una segunda quiebra no fueron motivos suficientes para que Antonio Castro se rindiera. Por el contrario siguió persiguiendo la meta de ser un gran empresario constructor.

'En medio de todo el proceso de la quiebra yo fui donde mi abogado comercial y le dije, yo quiero crear otra sociedad que lleve mi nombre ACF y su respuesta fue —tú estás loco, estás en la quiebra y ahora mismo nadie te quiere— sin embargo, me dijo —yo te la creo pero con ese nombre no—. Mi respuesta fue que no porque yo no había estafado ni robado a nadie, solo fue un mal negocio y así se creó ACF en el 2007'.

Empezar nuevamente no pintaba nada fácil pero en ese momento el ingeniero, cuenta, fue incentivado por una de sus empleadas para que no se 'venciera' y así decidió continuar con un nuevo proyecto que inició como contratista en el ámbito urbanístico, a lo que se sumó el desarrollo de proyectos inmobiliarios para terceros hasta llegar a estructurar y ejecutar proyectos propios y en asociación.