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Para Andrés Rosado la salud mental ha sido vista durante mucho tiempo como 'algo de conducta, que guarda relación con la locura'. Sin embargo, especifica que la pandemia le ha mostrado al mundo que 'más allá de la locura' existen otros tipos de situaciones alrededor de la salud mental, 'como es el caso de la ansiedad que se vive a raíz del confinamiento, el estrés que se produce por el miedo a salir a las calles y la depresión que sigue disparándose'. 

Esa visión, fundamentada en su trayectoria como médico y especialista en Psiquiatría, la ha forjado a través de una experiencia de 11 años que hoy rememora con exactitud como si hubiera empezado ayer.

En su discurso explica que su inclinación por la Medicina se dio debido a que quería tener total claridad sobre el funcionamiento de algunas enfermedades. En esa búsqueda encontró que aún le faltaba hacer una revisión —desde el conocimiento y desde las ciencias— a lo que 'todos hoy llaman salud mental', así que terminó entonces apuntándole a la Psiquiatría. En este posgrado su interés estuvo inclinado hacia las terapias sistémicas, relacionadas con la 'cosmología de lo que es la familia y la pareja'.

Empezó a labrar su vida profesional al hacer parte de un proyecto de Caprecom; luego ingresó al Hospital Universitario Cari sede salud mental. En esos primeros años de profesión tuvo la oportunidad de revisar cómo funcionaba el sistema de salud pública y cómo era el servicio prestado a los pacientes. Poco tiempo después se dedicó a desarrollar su proyecto profesional que logró consolidar como Centro Médico Cognitivo e Investigación.

'En el centro, donde me desempeño como director científico de las diferentes terapias no convencionales, manejamos un grupo interdisciplinario. Está la área de neurodesarrollo, en la que se tratan a los chicos que nacen con problemas cognitivos, también se manejan las demencias, entre otras condiciones. Actualmente mi proyecto ha estado más relacionado a un sistema social, que se ha detenido debido a la pandemia, pero que está enfocado en tratar —mediante el deporte de combate Jiu-jitsu brasileño— las adicciones y los casos de chicos que han sufrido de abuso sexual o de violencia familiar. A su vez manejamos la metodología del teatro terapéutico para resolver las diferentes problemáticas que viven los jóvenes'.

La idea de usar el Jiu-jitsu para tratar los casos dice que se dio en varios viajes. En México vio todo lo relacionado con el neurodesarrollo, en España conoció más sobre las adicciones y en Brasil, por ser practicante de jiu-jitsu, analizó cómo podía interaccionarse un deporte con la juventud, que ejerciera una función de tratamiento sin ser solamente preventivo.

'Principalmente en la práctica del Jiu-jitsu se tiene como base el autocontrol y como, por ejemplo, una de las funciones perdidas del adicto en general es esta, pensé en que sería una buena herramienta para trabajar y canalizar esa función. Ahora, también es importante en el abuso infantil y juvenil porque este deporte tiene una serie de posiciones que desde la defensa personal brinda las herramientas para reaccionar ante cualquier posición indefensa. A su vez enseñamos que desde el hoy podemos hacer algo diferente para prevenir o para que no vuelva a ocurrir'.