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En estos momentos el padre jesuita Alexánder González García, de 37 años, debe estar planeando desde Beirut, en el Líbano, llegar a la ciudad de Homs, en Siria. Quiere cumplir una promesa que va más allá de su misión sacerdotal.

Aprendió árabe en su periplo por Argelia y El Cairo. Afirma no sentir miedo por llegar a la parte del mundo donde en lo que va del siglo XXI más personas han sido asesinadas y violentados todos sus derechos.

Según la alta comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Navy Pillay, la guerra en Siria deja más de 191.369 muertos, entre ellas, 8.800 niños. A esto se suman los más de 3 millones de desplazados.

Él es de Bogotá y vivió más de un año en la que llama 'mi querida Barranquilla', trabajando para el colegio San José, de la Compañía de Jesús.

¿Cómo terminó en Medio Oriente?

Los jesuitas entramos donde sea, sin embargo hay una serie de misiones que son por mandato del padre general. Él pidió a la provincia de Colombia en el año 2002 enviar misioneros al mundo árabe, porque hay muy pocas vocaciones sacerdotales en Europa. El padre provincial en ese momento (Gabriel Ignacio Rodríguez) escogió a dos, entre esos yo.

¿Cuál ha sido su trabajo en Beirut con los desplazados sirios?

Yo quiero hacer un preludio a esa pregunta porque cuando yo estaba en la Arenosa leí en las noticias que el país más feliz del mundo era Colombia y la ciudad Barranquilla. En la misma encuesta decía que las ciudades más tristes eran Beirut, Palestina, era toda esa región de Medio Oriente. Ya estando allá entendí el por qué de la tristeza de la gente y esta se debe a que su futuro es incierto, hay unos dolores muy profundos que están en el corazón del mundo árabe en general. Lo de Siria está destruyendo el país, pero también está generando muchos odios entre las comunidades sunitas, chiitas y cristianas. Mi trabajo pastoral en el Líbano es de generar esperanza, sin embargo, repito, el futuro es muy incierto en esta región, no sabemos cómo va a terminar la guerra en Siria, qué es lo que va a suceder después de lo que pasó en Gaza con Israel, toda la región tiene un devenir incierto y la gente siente miedo (...) Ahora, no podemos ser irrealistas, pero tampoco podemos sumergirnos en el miedo, entonces tenemos que ver las posibilidades para que la gente vea sin miedo que sí hay soluciones.

¿Siente miedo por tener que ir a Siria?

No. Hay que ser muy prudente frente a esa situación, pero es más valioso lo que ha pasado y que me anima a ir allá. Como se sabe, el pasado 7 de abril asesinaron a un padre jesuita, se llamaba Frans van der Lugt, era de origen holandés. Este padre es reconocido por la población musulmana y cristiana como un santo. Su cuerpo no se pudo sacar de la casa donde vivía en la ciudad de Homs, ni llevarlo a un cementerio, ni celebrarle una eucaristía.

La realidad es muy dura, las tragedias son horribles, ¿ha llorado?

Uno hace amigos con gente que está en Siria y cuando nos comunicamos uno siente un gran dolor por los traumas y tragedias que viven, eso genera compasión, deseo de brindar apoyo a esa comunidad desplazada. No estamos lejanos del dolor sino cercanos, pero no podemos sentarnos a llorar porque hay que buscar soluciones y apoyar.

¿Cómo toman los sirios la falta de solidaridad internacional?

Hace falta más ayuda pero esta debe ser inteligente, no solamente política, una ayuda humanitaria. Los jesuitas alimentan diariamente a 300.000 personas en Siria sin hacer discriminación de que son cristianos o musulmanes. Servicios así hacen falta porque ese abandono genera desnutrición, pero también odio (...) Si hay gente que destruye, hay otra que construye, pero el silencio del mundo genera mucho más dolor y deseos de guerra porque nadie les da la mano.

¿Qué piensa el ciudadano de a pie cuando se entera de que es un cristiano y además colombiano, el que lo está ayudando?

Como estamos fuera del conflicto la gente aprecia mucho al extranjero y a los latinos que no somos muchos (todavía no se ha encontrado al primero). La gente valora que haya alguien que viene de afuera y se interese en su país, aprenda su idioma.

¿Qué es lo que más le ha gustado de esta experiencia?

La gente, fuera del fanatismo, sean musulmanes o cristianos, son muy agradables.

¿Qué extraña más, además de su familia?

Un buen asado de carne, eso no se ve allá.