El corazón va de un sobresalto al siguiente. Sin duda, la lógica macabra de los terroristas del mundo les ha brindado espectáculos dantescos a las audiencias de medios.
El horror de ver en directo el derribamiento de la segunda de las Torres Gemelas en 2001, sólo lo ha superado las decapitaciones de los periodistas americanos James Foley y Steven Sotloffy, del cooperante británico David Haines y del montañista francés Herve Gourdel, mostradas en video el 19 de agosto y el 2, 13 y 24 de septiembre, respectivamente.
Sin duda, con las imágenes difundidas por las redes sociales y los medios de comunicación, el mundo ha quedado notificado del poderío del Estado Islámico (EI).
Aun cuando la 'guerra santa' de los yihadistas contra los enemigos del Islam no es nueva, la publicidad recibida en los últimos meses les ha dado nuevos bríos. Desde la perspectiva de la comunicación, los actos terroristas del EI son actos comunicativos: mensajes preparados a la perfección para causar el máximo impacto entre los gobiernos de las grandes potencias, los habitantes de Siria, del norte de Irak, del subcontinente Indio y el mundo entero.
El mensaje de las decapitaciones se repite, lo que cambian son las víctimas: soldados libaneses, poblaciones indefensas y periodistas. Las víctimas son lo de menos, lo que importa es comunicar la vulnerabilidad del planeta ante la ambición expansionista -desde lo político y lo religioso- de los seguidores de Abu Bakr al-Bagdadi. La campaña se ambienta con amenazas a diestra y siniestra, incluyendo a líderes con altísimo impacto dentro de la opinión pública como el Papa Francisco.
Al reflexionar sobre por qué los violentos vuelven a ensañarse con los periodistas, lo primero que surge es el papel central del periodismo como institución en la sociedad. Los informadores siguen siendo actores sociales poderosos, pese a la amplia penetración de las redes sociales. Para los violentos, representan una forma expedita de lograr la visibilidad mediática que desean. Las noticias sobre las decapitaciones constituyen un triunfo para sus victimarios; por eso, no es extraño que se repitan. Es terrible pensarlo pero tal vez la súplica desesperada de la madre de Steven Soltoff para que respetaran la vida de su hijo, aceleró su doloroso final. El video fue reproducido por los informadores del mundo, comenzando por el influyente New York Times.
Los acuerdos entre medios que impidieron que se vieran a los norteamericanos que murieron calcinados, desfigurados o aplastados entre los escombros de las Torres Gemelas, no se han visto en este caso.
Las imágenes del niño jugando con la cabeza de un hombre decapitado, las de los verdugos y sus víctimas de la prensa, la de ciudadanos inocentes con los ojos vendados a punto de morir, han ocupado la primera plana de los diarios y recibido cobertura televisiva y radial.
Parece que nos encontramos frente a una nueva saga de las historias de héroes y villanos que tanto gustan a las audiencias. El terrorismo parece encajar a la perfección dentro del molde del info entretenimiento, la búsqueda de que las noticias también puedan distraer, como lo hace un espectáculo. La práctica de comunicar la realidad como diversión, se ha convertido en un conocimiento tácito en las redacciones para determinar el alcance de la historia. Su objetivo,representar lo cotidiano de la forma que mejor sirva para convocar a un público atomizado, por la multiplicidad de medios que dispone para informarse. El encuadre preferido es el de interés humano, así que los textos tienden a centrarse en los individuos y estar llenos de emociones.
En la guerra contra el EI parece haberse fortalecido el escenario mediático: las decisiones parecen estarse tomando teniendo más en cuenta el impacto en la opinión pública mundial que en las anteriores.
Esto obliga al periodismo a mirarse al espejo, repasar las lecciones aprendidas y diseñar nuevas estrategias para la cobertura informativa. Seguramente en el intento habrá que sacrificar muchas primicias e intereses empresariales, pero sin duda, ganará la audiencia. Tal vez, la meta sea publicar un número menor de relatos, trabajados con más tiempo en donde se exhiba un mayor compromiso con la dignidad humana.
Especial para EL HERALDO
*PHD en comunicación