'Prosperidad con equidad: el desafío de la cooperación en las Américas', el eslogan de la VII Cumbre de las Américas, como todos los de su tipo, fue superado abiertamente por los acontecimientos que se desarrollaron al interior del evento.
Los discursos del Secretario General de las Naciones Unidas, y del presidente de Panamá, al igual que todos los de la inauguración, eran previsibles, pues repetían una y otra vez el famoso Congreso diseñado por Simón Bolívar; pero, qué tan lejos de la realidad histórica, pues Bolívar nunca habló de la prosperidad ni del desarrollo en la cita de Panamá de 1826.
El Libertador 'anhelaba crear un contingente militar permanente que defendiera la soberanía de los países recientemente independizados', a través del famoso Tratado de Liga y Confederación Perpetua, donde quedaban excluidos los Estados Unidos de Norteamérica. Quizás esos discursos se adecúan más a la fotografía de los 35 jefes de Estado que se dieron cita en la VII Cumbre de las Américas; pero, indiscutiblemente, superan algunas ideas Bolivarianas, del Panamericanismo y, por supuesto, del Sistema Interamericano.
Fuera del recinto del Centro de Convenciones Atlapa, donde se llevó a cabo la Sesión Ordinaria de los mandatarios, se presentó un menú de foros, tal el de la Sociedad Civil y Actores Sociales, el foro sobre Los Pueblos, y el del Tratamiento a los Indígenas; pero, sobre todo, el II Foro Empresarial, donde el presidente Barack Obama puntualizó: 'Ahora que se ha superado la Guerra Fría tendremos que regresar al pragmatismo. La relación entre el sector privado y el sector público debe estar necesariamente regulada por los gobiernos para que contribuya al desarrollo de los pueblos'. El público presente aplaudió y sonrió.
En otras palabras, la afirmación reconoció, una vez más, que la política exterior de los Estados Unidos había fracasado con relación a Cuba; segundo, que venía a ratificar que definitivamente a la Guerra Fría −por lo menos en América, de Alaska hasta la Tierra del Fuego−, se le expedía un certificado de defunción; tercero: reconocía que, si bien la empresa privada y el capitalismo es el motor para el desarrollo de los pueblos de América, él no podía olvidar el fracaso del 2008, por falta de regulación de dicho mercado.
MÁS ALLÁ DE LAS CALLES
En las calles de Ciudad de Panamá, y cerca del Centro de Convenciones Atlapa, se evidenció una realidad diferente, pero no desconectada de lo que se discutía entre los jefes de Estado. En parte, gracias a que en dichas Cumbres se ha dicho casi todo, y se ha hecho muy poco por cambiar la realidad que vive América con el propósito de adecuarla a los anhelos más íntimos de las necesidades sociales de los pueblos de este continente.
Esa otra realidad estuvo presente en los duros enfrentamientos entre los partidarios del presidente Maduro Vs. venezolanos que han salido de Venezuela. Fueron choques fuertes que no lograron calmarse con la aparente Declaración de Panamá que firmaron varios ex presidentes en contra de las supuestas violaciones a los Derechos Humanos que ocurren en aquel país.
Igualmente, se pudo apreciar el enfrentamiento entre los cubanos que están en la Isla y que pertenecen al régimen que los ha dirigido durante más de 50 años, Vs. los cubanos disidentes radicados en Miami que no están de acuerdo con el restablecimiento de las buenas relaciones entre Estados Unidos y Cuba.
Los demás países no escapan a estas inquietudes, pese a que el proceso de paz que adelantan el gobierno colombiano y las Farc tuvo un amplio apoyo por parte de todos los jefes de Estado. A lo largo de los pasillos, hay que decirlo, los observadores internacionales consideraban que el posconflicto no podía quedar en una mesa de negociación, o en una firma, sino que al pueblo colombiano le urgía una reconciliación sin intervenciones extranjeras, pero sí con el asesoramiento de la experiencia de pueblos que han vivido conflictos similares.
Toda esta amalgama de acontecimientos y vivencias en los días de Cumbre de las Américas nos demuestra que exigirá una reingeniería al interior de las políticas exteriores de todos los Estados Americanos donde predominen la sensatez, el pragmatismo, el diálogo constante… Ya no un contingente de ejército que defiende la soberanía, sino uno de nuevos líderes que orienten las políticas públicas de sus países y se mantengan alerta a no dejarse inmiscuir en la segunda fase de la Guerra Fría. Defender a América no es sinónimo de sumergirnos en los desastres y conflictos internacionales que la Comunidad Internacional desea descartar de plano en las relaciones que deben guiar el siglo XXI.
¿PARA QUÉ SIRVIÓ?
En pleno siglo XXI hemos anunciado el inicio de la segunda fase de la Guerra Fría. Estados Unidos evidenció, durante el primer período del gobierno de Barack Obama, que había abandonado su relación con América Latina, permitiendo que potencias extranjeras como Rusia, China e Irán hicieran grandes inversiones, especialmente en la infraestructura y compra de recursos naturales, venta de material bélico, y una presencia activa en la agenda de política exterior de los países latinoamericanos. Republicanos y Demócratas sintieron que a esa especie de cerco que sufría la potencia estadounidense no le servían simples paliativos por parte de la Casa Blanca. Al contrario, que su actuación tenía que ser más fuerte y agresiva. Porque Rusia tiene su zona de influencia muy marcada en Eurasia, África y Asia; igualmente China: su zona no se queda solamente en la región del pacífico sino que ha ampliado recientemente su cobertura a África y América con la creación del Banco Asiático de Infraestructura, y con los acuerdos alcanzados con los BRIC.
EDUCACIÓN, LA CLAVE
Si bien los organismos de la región −Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, CAF, Banco de Desarrollo de América Latina− están dispuestos a aportar más de 35 mil millones de dólares para apoyar el desarrollo en América Latina, estos son insuficientes frente a las marcadas desigualdades que se viven en la región. Por esta razón, en el también Foro de Rectores de Universidades de América Latina, donde asistieron más de 400 autoridades de dichas instituciones, la conclusión fue que definitivamente la educación es la piedra angular que servirá no solamente como motor de desarrollo, sino la forma más segura de cerrar la brecha de desigualdad en las Américas.