El miércoles comenzó oficialmente en España una nueva era política, marcada por un parlamento más diverso y fragmentado que nunca, tras las elecciones del pasado 20 de diciembre. La irrupción de nuevos partidos fue muy visual durante la sesión inaugural del Congreso de los Diputados. Aunque el panorama que se presenta es muy complicado, lo más comentado fueron los gestos y el aspecto físico de muchos nuevos diputados, especialmente los de Podemos, el partido que nació de los movimientos de protestas contra los recortes sociales.
Algunos parlamentarios llegaron al añejo palacio del Congreso en el centro de Madrid en bicicleta, otros acompañados por una banda musical.
En la sala del pleno se vieron menos corbatas, más mujeres y gente con camisetas y trenzas rasta. La que más llamó la atención fue la diputada de Podemos Carolina Bescansa, que trajo y amamantó a su bebé de seis meses como forma de reivindicar la conciliación entre la vida familiar y laboral, un gesto muy discutido teniendo en cuenta que el Congreso dispone de guardería.
Finalmente, los 69 diputados de Podemos destacaron por usar fórmulas inusuales de prometer sus cargos, al añadir frases como que 'la gente mande y el gobierno obedezca'.
Obviamente esta escenificación de la llegada de nuevos tiempos a la todavía joven democracia española no fue del gusto de todos, y ha llenado horas de tertulias en radio y televisión y muchas páginas de periódico. 'Tan absurdo es reducir el cambio a un determinado transporte o peinado jamaicano como rasgarse las vestiduras porque algún diputado llegue al Congreso en bicicleta o sospechar que unos rastas puedan conllevar piojos', comentaba el diario El País.
Un acuerdo
Discusiones estilísticas aparte, la situación política es la más complicada en décadas. Por primera vez, ningún partido tiene una mayoría suficiente para formar un gobierno estable a solas. Todo está en el aire y en el fondo se vislumbra la perspectiva de celebrar nuevas elecciones. La primera decisión importante fue el acuerdo entre el Partido Socialista (PSOE), Ciudadanos, la formación liberal reformista que se estrena en el Parlamento nacional, y el Partido Popular (PP) para investir al socialista Patxi López como presidente de la Cámara.
Sin embargo, este pacto, muy criticado por Podemos, no puede interpretarse como preludio a una alianza de gobierno, como se empeñaron en destacar los socialistas.
Rajoy presiona para que Ciudadanos y el PSOE apoyen un gobierno liderado por él. 'En los temas fundamentales estamos de acuerdo y tenemos capacidad de diálogo para entendernos', dijo el presidente. Pero el líder de los socialistas, Pedro Sánchez, no renuncia a llegar al poder, a pesar de haber quedado segundo en las elecciones. Para ello, Sánchez busca un acuerdo con Podemos y Ciudadanos. También está dispuesto a aceptar el apoyo de partidos nacionalistas.
En una maniobra táctica relativamente habitual, el PSOE ha cedido temporalmente dos puestos de senadores a las dos formaciones nacionalistas de Cataluña para que puedan formar grupos parlamentarios propios en el Senado. Este movimiento de Sánchez no solo ha sido criticado por Rajoy, sino también por algunos de sus correligionarios socialistas.
Cualquier concesión a los nacionalistas despierta recelos en el actual contexto del desafío separatista en Cataluña.
Cambios en Cataluña
Esta semana tomó el cargo el nuevo presidente catalán, Carles Puigdemont. El hasta ahora alcalde de Girona sustituye a Artur Mas, que tras meses de arduas negociaciones aceptó en el último instante renunciar al puesto para facilitar un pacto de gobierno entre su coalición, Junts pel Sí (Juntos por el Sí), y el partido anticapitalista CUP que había pedido su cabeza. Puigdemont, un defensor fervoroso de la independencia de Cataluña, dijo que continuará el plan hacía la separación de España, con la creación de instituciones estatales propias, como una agencia tributaria o un banco central catalanes en contra de la prohibición del Tribunal Constitucional. Según el nuevo presidente, Cataluña está en una fase 'pos-autonomía y pre-independencia'.
El desafío de los independentistas preocupa mucho a los otros partidos políticos, los empresarios en Barcelona y Madrid y también a la Comisión Europea. La patronal de los empresarios catalanes ha instado al diálogo entre las partes. Pero todo empezó mal. Puigdemont admitió en una entrevista que ni el rey Felipe VI, ni Rajoy, ni los líderes de los demás partidos le habían llamado inicialmente para felicitarle. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, el líder de Podemos, sin embargo, hablaron poco después con el presidente catalán para explorar vías de entendimiento.
En la misma entrevista, Puigdemont suavizó su discurso al admitir que los nacionalistas, por ahora, no tienen la fuerza necesaria en el Parlamento para declarar de forma unilateral la independencia. En las elecciones catalanas de septiembre, Junts pel Sí y CUP ganaron una mayoría absoluta de escaños pero se quedaron por debajo del 50% de los votos.
El conflicto con los separatistas ha aumentado la presión para que los políticos en Madrid se pongan de acuerdo cuanto antes en la formación de un nuevo gobierno. Si no hay pacto dentro de dos meses, los españoles tendrán que volver a ser citados a las urnas.