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La Habana. Al fondo de uno de los edificios descascarados en La Habana Vieja, al final de un corredor encharcado, hay un ‘héroe anónimo’ de la Revolución cubana en camisilla, pantaloneta y chancletas. 'Ay, súbele el volumen, viejo', le pide su esposa Ormira, de pie ante el televisor. Él no lo hace. Sigue sentado y arrugado. En pantalla está el presidente de la nación enemiga por antonomasia, contra la cual dejó una parte de su vida en el campo de batalla. Está pisando su tierra, poniéndole flores al héroe nacional, José Martí. 'Me ericé', grita ella y suelta un suspiro. '¡Yo no confío!', repite él. Se recuesta en su mecedora de madera rústica y, sin dejar de torcer la boca, voltea a mirar a su perra Laika, que se rasca el pellejo a sus pies.

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Eduardo Ruiz viendo la transmisión del acto protocolario de Obama en el monumento a José Martí.

La transmisión de la visita de Barack Obama a la Plaza de la Revolución continúa, y ahora con mayor volumen. Ormira le arrebató el control. Este no es el pelotón de tanques que él, el combatiente internacionalista Eduardo Ruiz Rodríguez, tenía a su cargo cuando combatió bajo las órdenes de Raúl Castro, en el regimiento de López Cuba. Esta es la casa de un comunista en retiro, y aquí se concentra el frío del recibimiento al mandatario estadounidense.

'Viene ahora que está de salida', dice Ruiz Rodríguez. Su voz está respaldada por las 17 medallas que recibió en la vida militar. Comenzó en la insurrección a los 15 años, y se mantiene a los 74, con una voz que va a contracorriente del optimismo que se escucha en las calles. 'Todavía no hay una cosa seria. Si así fuera hubieran entregado la base naval y quitado el bloqueo', hace una pausa. Por un instante se ve que sus ojos caen, tras los lentes. Entonces vuelve. 'Depende de quien tome la Presidencia de Estados Unidos que esto siga para adelante'.

A Ruiz le dieron la baja de guerra por una fractura que sufrió en el cráneo cuando intentaba rescatar el cadáver de un compañero. Un ataque hizo caer a su tanque de un puente, y tuvo que escarbar para sacarlo. Eso fue mucho antes de liberar 13 pueblos en Angola, cuando era soldado activo. 'Desde el año 59, que triunfamos con la Revolución, hasta noviembre del 63, no salí del monte', dice, guarecido ahora entre el cemento.

Su única hija es médico, y está en misión en Brasil. Su nieta, Rebeca, estudia periodismo. Él sueña con que ella escriba un libro sobre su vida. Ella ya empezó. Para seguir haciendo la Revolución, él la apoya. Le prepara café a primera hora en la mañana; la espera en las noches con cerdo asado, arroz con fríjoles negros, tomate y tostones, que son lo mismo que patacones pero más chiquitos.

Trabajo universitario. (Extracto del trabajo de grado de Rebeca Ceballos Ruiz*, estudiante de periodismo de la Universidad de La Habana)