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La presencia del mandatario de los Estados Unidos Barack Obama en La Habana, Cuba, a las 3 y 20 de la tarde del pasado 20 de marzo, fue la plena confirmación de que el deshielo de las relaciones entre estos dos países era una realidad. La desconfianza quedó en la historia.

Obama y Raúl Castro, presidente cubano, fueron más allá de lo que en su momento hicieron de manera tibia Jimmy Carter y Bill Clinton quienes dejaron ver su interés en tener acercamientos con el entonces líder de la revolución cubana, Fidel Castro, quien falleció el 25 de noviembre pasado, lo cual nunca se concretó, en medio de voces de respaldo y de rechazo, esto último a cargo del exilio cubano en Miami.

El viaje de Obama con su familia a La Habana fue una positiva señal tras el histórico anuncio del 17 de diciembre de 2014, cuando los dos sorprendieron al mundo al indicar que iban a iniciar diálogos para restablecer las relaciones diplomáticas interrumpidas durante más de medio siglo.

Ese paso inicial se cimentó en 13 puntos sobre el establecimiento de relaciones diplomáticas, temas económicos, viajes, comunicaciones, frontera marítima y derechos humanos.