Las masacres repetidas en los últimos meses en varias cárceles de Brasil entrañan una lucha cruenta entre bandas criminales rivales por el control de las rutas de tráfico de drogas que entran al país, pero también las de salida de productos químicos demandados por los carteles productores de cocaína.
Esta es la tesis del ex secretario nacional antidrogas de Brasil Wálter Maierovitch, quien destacó en una entrevista con Efe el salto estructural que han dado en los últimos años las dos mayores bandas criminales de Brasil: el Comando Vermelho (CV) y el Primer Comando de la Capital (PCC).
'Estas organizaciones criminales pasaron de ser cuadrillas a tener un estatus premafioso porque han conseguido tener control territorial y social y ahora están consiguiendo incluso actuar en la región de frontera', afirma este juez retirado, fundador además del Instituto Brasileño Giovanni Falcone de Ciencias Criminales.
CV, que controla el tráfico de drogas en Río de Janeiro, y el PCC, una poderosa organización comandada desde las cárceles de Sao Paulo, han protagonizado en los últimos meses sangrientos motines en varias prisiones del país después de que ambas estructuras rompieran su alianza a mediados de 2016.
El último, la violenta reyerta de 17 horas en el Complejo Penitenciario Anísio Jobim (Compaj), ubicado en la ciudad amazónica de Manaos, que dejó un balance de 56 muertos, cuando miembros de Familia Do Norte (FDN), vinculada al CV, iniciaron una disputa cruenta contra los internos del PCC.
En la madrugada del pasado viernes se produjo la muerte de al menos 33 internos en una cárcel de Boa Vista, capital del estado de Roraima, fronterizo con Venezuela y Guyana.