La economía se derrumba, las arcas públicas están vacías y las protestas en las calles son cada vez más violentas. ¿Pero qué va a hacer Río de Janeiro los próximos cinco días? ¡Sambar!
El mayor Carnaval del mundo se inició ayer como la anestesia perfecta para una ciudad en crisis, que ya casi ni se acuerda de sus dorados Juegos Olímpicos y que espera recibir un millón de turistas y 1.000 millones de dólares hasta el miércoles de ceniza.
Aunque decenas de grupos de carnaval callejeros –conocidos como blocos– hace semanas que calientan el ambiente, la fiesta arrancó oficialmente este viernes por la tarde con la entrega de las llaves de la ciudad al rey Momo, que simbólicamente dirigirá Río estos días de 'folia'.
Sin embargo, por primera vez en la historia, no será el alcalde quien entregue el poder al monarca de todos los excesos.
Marcelo Crivella, el ex obispo evangélico que asumió el cargo en enero, podría incluso viajar y esquivar así la mayor festividad de la ciudad, reforzando la idea de que este maratón de baile, alcohol y seducción no es del agrado de esta creciente religión puritana.
Muchos cariocas no le perdonan este esquinazo ni le perdonarían la ausencia de los majestuosos desfiles de las doce escuelas de samba del llamado 'grupo especial' en el Sambódromo, a los que asistió religiosamente cada año su antecesor, cerveza en mano.
Crisis económica y de seguridad
El Carnaval de las vacas flacas, en medio de la peor recesión del país en un siglo, no sólo ha obligado a las escuelas de samba a desplegar ingenio para decorar sus enormes camiones y vestir a más de 3.000 participantes.
La falta de fondos o la inseguridad también dejó sin fiesta al menos a 37 ciudades, según el diario Folha de Sao Paulo.
Una decena de localidades en Espíritu Santo, vecino de Río, se quedaron sin Carnaval después de que una huelga policial detonara una ola de violencia que dejó 140 muertos sólo en una semana a inicios de mes.
En Río, donde cinco millones de personas participarán de la mayor fiesta a cielo abierto del mundo, también la violencia es recurrente.
Además de los homicidios que ocurren periódicamente aupados por la desigualdad social, en las últimas semanas proliferaron las manifestaciones violentas contra los planes de austeridad del gobierno estatal por las mismas calles donde ahora bailarán y cantarán millones al son de los blocos.
Sin embargo, el gobierno de Michel Temer decidió retirar el miércoles el refuerzo de 9.000 militares que durante nueve días patrulló con equipos de camuflaje y gran armamento sitios turísticos como las playas de Copacabana, ante una extinguida huelga policial.
Política al son de samba
Este será, de hecho, el primer Carnaval de Temer tras el impeachment a la izquierdista Dilma Rousseff.
Y tendrá un fuerte tono político en las calles, donde anoche desfiló el Bloco Popular 'Fora Temer'.
Pero el Sambódromo tampoco escapará de lanzar sus dardos al ritmo de la samba.
Frente a más de 70.000 personas, las ‘escolas’ plantean este año algunos temas espinosos.
Mangueira, la campeona del año pasado y una de las más populares, dedicará su ‘enredo’ (tema) a la diversidad religiosa, con una exaltación a la umbanda y el candomblé que denuestan los evangélicos.
La escuela Sao Clemente paseará por la avenida Sapucaí las vergüenzas de la corrupción evocando la historia de un ministro del rey francés Luis XIV, que a muchos brasileños les resultará familiar al comportamiento de algunos políticos dentro del megaescándalo de Petrobras.
Aunque, sin duda, la crítica más frontal será la de la escuela Imperatriz Leopoldinense contra los poderosos empresarios agrícolas, que le ha valido fuertes críticas a su colorido homenaje a la naturaleza y a las tribus del Parque Indígena de Xingú.
'El carnaval parece una fiesta pero es mucho más que eso', dice el escritor Gregorio Duvivier, un prominente participante del carnaval de calle y uno de los creadores del popular portal humorístico Porta dos Fundos.