De los miles de kilómetros de oleoductos proyectados en los Estados Unidos, hay dos que llaman la atención mundial en los últimos años: el oleoducto Keystone XL y el Dakota Access. El primero tendría una longitud de 1.900 kilómetros y uniría la provincia de Alberta, en Canadá, con el Estado de Nebraska, en EEUU. Allí se uniría a la red nacional de oleoductos para suministrar petróleo a las refinerías del Golfo de México. Este oleoducto fue propuesto hace ya bastante tiempo. El Congreso de los EEUU, dominado por los republicanos, aprobó un proyecto de ley que autoriza la construcción del mismo, pero el presidente Obama lo vetó en el 2015.
Obama señaló que el oleoducto no iba a bajar los precios del combustible en el país, ni crear puestos de empleo estables, y que por ello su construcción no era de interés nacional. Además, afirmó que aprobar el proyecto disminuiría el liderazgo de EEUU en la toma de decisiones para prevenir el deterioro de los efectos del cambio climático.
Dos oleoductos que dividen
El oleoducto Dakota Access serviría para abaratar los costos del transporte de petróleo, según sus defensores, pues hasta la fecha se moviliza por trenes cisterna. El oleoducto se extiende de Dakota del Norte a las refinerías en el Estado de Illinois. Los pueblos nativos de la región, los Sioux, se oponen porque temen que se destruyan territorios de gran significado cultural, y que se contamine la única fuente de agua con que cuentan, el río Missouri.
Al segundo día de su presidencia, Donald Trump firmó una orden ejecutiva en la que autorizó la construcción de los oleoductos Keystone XL y Dakota Access. De esta manera, desconoció los pedidos de los nativos y los ambientalistas estadounidenses. Trump agregó que la decisión sería el principio de la construcción de miles de kilómetros más de oleoductos en todo el país. No le importaron las masivas protestas que el año pasado detuvieron el avance de la construcción del oleoducto de Dakota Access.
Donald Trump empezó cumpliendo con una de sus promesas: la construcción de oleoductos para fortalecer al país y depender menos de la importación de crudos. Al fin y al cabo, él, junto a la mayoría de los republicanos, considera que lo del cambio climático es un invento de los ambientalistas. Su posición tiende a fortalecer las grandes corporaciones petroleras estadounidenses. En este sentido, su política podría resumirse de la siguiente manera: primero la economía, y si sobra tiempo, el medio ambiente.
Entre acuerdos y búsquedas
En el año 2005 se firmó el Acuerdo de Políticas Energéticas (EPA, por sus siglas en inglés) para buscar más independencia energética del país. A este acuerdo se le adicionaron dos iniciativas para complementar las metas: Iniciativa American de Competitividad (ACI, por sus siglas en inglés), la cual va dirigida a incrementar las inversiones en ciencia y tecnología; y la Iniciativa de Energía Avanzada (AEI, por sus siglas en inglés) encaminada a incrementar la inversión nacional en combustibles alternativos y tecnología de energía limpia.
La búsqueda de petróleo nacional y el desarrollo de la industria van ligados al desarrollo de la infraestructura de transporte del crudo, y más específicamente de la construcción de miles de kilómetros de oleoductos. Anteriormente, el petróleo se transportaba en trenes cisternas, lo que acrecentaba el precio del mismo. Pero, los oleoductos abaratarían los costos y el abastecimiento de gasolina, y otros derivados del crudo se harían a mejor precio y sin depender de la fluctuación del precio mundial, aseguran los defensores de la construcción de oleoductos. De allí, en parte, la decisión de Trump. Pero, ¿y el combate al cambio climático?