La crisis política de Brasil no encuentra piso: en solo 14 meses cayó una presidenta, su sucesor tambalea acusado de cometer un crimen común y Lula, el hombre que puso al país en el tablero mundial, fue condenado a casi 10 años de cárcel.
En este tiempo de caos, los ciudadanos de la mayor economía de América Latina desconocen si irán a las urnas en 2018, si tendrán en cambio un presidente interino por seis meses o si el Congreso elegirá al próximo mandatario en una elección indirecta.
Desde el miércoles, tampoco saben si el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), que lidera los sondeos de intención de voto, podrá postularse nuevamente tras ser condenado a nueve años y medio de reclusión por corrupción y lavado de dinero por el juez Sergio Moro, ícono de la cruzada anticorrupción que vive el país.
Lula es el primer exmandatario en recibir una condena por un delito común y Michel Temer, el actual presidente, es el primero en funciones en ser acusado con el mismo cargo.
'Brasil está preso en el presente. No conseguimos imaginar el futuro porque no tenemos elementos suficientes para hacer un análisis coherente y determinar qué podría pasar a mediano plazo. Apenas conseguimos ver el corto plazo. Es como intentar prever el resultado de una guerra, no hay cómo hacerlo, hay que ver batalla por batalla', dijo a la AFP el cientista político Everaldo Moraes, de la Universidad de Brasilia.
Ese día a día muestra al presidente conservador Michel Temer contra la pared.