En una terminal de buses en Caracas, Jesús Ravelo y su esposa Haydeé despiden a Josué, el segundo de sus hijos en irse de Venezuela. Hace apenas una semana se fue su primogénito.
En la maleta de Josué hay una bandera de Venezuela y una pancarta de 'feliz viaje' que le dedicaron sus amigos. Hace poco abandonó sus estudios de Arquitectura. Varios de sus profesores también dejaron el país.
'¿Cómo meto mi vida en una maleta?', reflexiona este joven de 22 años aficionado a la fotografía, quien prefirió viajar antes de las elecciones de gobernadores del domingo. 'Por si se presentaba un peo (problema) y no podía salir', explica.
Esperando a que le revisen su valija en la terminal Cruz del Sur del oeste de la capital, cuenta con tristeza que participó en las protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro de hace unos meses, que dejaron unos 125 muertos.
'Me duelen mucho los amigos que murieron, siento que no valió la pena', señala a la AFP.
Para ahorrar lleva sándwiches, mermelada, atún enlatado, queso fundido y varios litros de agua. Le espera un trayecto de siete días y unos 2.750 km con cinco trasbordos hasta llegar a Lima.
Su padre, un ingeniero civil de 57 años dueño de una panadería afectada por la inflación y la escasez, vendió joyas, sus dos carros y electrodomésticos para comprar todos los boletos, pues él y su esposa se unirán a sus hijos a finales de año.