El presidente catalán, Carles Puigdemont, descartó este jueves convocar elecciones y frenar sus planes de independencia, lo que acerca una toma de control regional por parte del gobierno central, con el riesgo de fuertes protestas en Cataluña.
En una jornada de montaña rusa política en Cataluña, Puigdemont delegó en el parlamento la respuesta a la anunciada suspensión de facto de la autonomía regional. Su coalición advirtió que esta tomará forma de declaración de independencia.
'He estado dispuesto a convocar estas elecciones siempre y cuando se dieran unas garantías que permitieran su celebración en absoluta normalidad', dijo Puigdemont en un solemne discurso en la sede del gobierno regional, retrasado varias veces durante la jornada.
Pero 'no hay ninguna de estas garantías que justifiquen hoy la convocatoria de elecciones', añadió, cerrando la ventana a una solución a la peor crisis de los últimos años en este país.
Poco después, en una comisión en el Senado, el gobierno español de Mariano Rajoy justificaba la intervención de la autonomía para frenar la espiral independentista en esta región de 7,5 millones de habitantes y con una quinta parte de la riqueza nacional.
'Queremos abrir una nueva etapa en la que la ley se respete', afirmó la vicepresidenta del gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, ante los senadores, que deben dar su autorización el viernes a aplicar el artículo 155 de la Constitución.
El artículo, nunca usado desde la reinstauración de la democracia en España, permite la intervención de la región por parte del poder central.
Bajo su amparo, el ejecutivo busca destituir al gobierno de Puigdemont, supervisar la actividad del parlamento catalán o tomar control de la policía o los medios de comunicación públicos regionales.
Esto puede desatar fuertes protestas en Cataluña, cuya sociedad está muy orgullosa del autogobierno regional recuperado tras la muerte del dictador Francisco Franco (1939-1975).