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El presidente estadounidense Donald Trump desató la cólera de los palestinos y una ola de críticas a nivel internacional al reconocer a Jerusalén como capital de Israel, una decisión que rompió de forma espectacular con la política de sus predecesores.

Los palestinos convocaron ayer a una manifestación en Ramala en Cisjordania, territorio ocupado por el ejército israelí desde hace 50 años. El miércoles, centenares de manifestantes en la Franja de Gaza quemaron banderas estadounidenses, israelíes y retratos con la imagen de Donald Trump.

Con esa decisión, que fue una de las promesas emblemáticas de su campaña, Trump quedó aislado de la comunidad internacional y puso en riesgo las ya tenues esperanzas de retomar las negociaciones entre israelíes y palestinos y de provocar un incremento de la tensión en la región.

Ni los aliados. Hasta Arabia Saudita, un tradicional aliado de Estados Unidos en Medio Oriente, criticó lo que denominó 'un retroceso en los esfuerzos a favor del proceso de paz y de una violación de la tradicional posición estadounidense de neutralidad sobre Jerusalén', según señaló un comunicado emitido por el Palacio Real y divulgado por los medios estatales en Ryad.

El presidente palestino Mahmud Abas denunció como 'deplorable' la decisión de Trump, estimando que Washington ya no puede desempeñar su histórico papel de mediador de paz entre israelíes y palestinos.

El movimiento islamista palestino Hamas destacó por su parte que esa decisión abrirá 'las puertas del infierno' para los intereses estadounidenses en la región.