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*Por Janiel Melamed Visbal

Un nuevo capítulo del conflicto palestino-israelí se está comenzando a escribir. En un corto pero claro discurso, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció lo que parecería ser un nuevo enfoque de la política exterior estadounidense, no solo frente a ese conflicto en particular, sino, en términos generales, a Oriente Medio. Se sabe con certeza que es un hecho histórico. Sus efectos, sin embargo, están por determinarse.

En su declaración, Trump manifestó que su Gobierno reconocía a Jerusalén como la capital oficial del Estado de Israel y, consecuentemente, dio instrucciones precisas para organizar el traslado a esa ciudad de la embajada que su país tiene hoy en Tel Aviv. Semejante anuncio tiene, por supuesto, todos los ingredientes para generar serias repercusiones a nivel regional e internacional. El estatus final de Jerusalén ha sido tradicionalmente uno de los puntos más espinosos para lograr una salida concertada al conflicto israelo-palestino (los otros son fronteras, seguridad y refugiados palestinos), y las razones para ello se fundamentan tanto en aspectos religiosos como políticos.

Como es sabido, desde el punto de vista religioso Jerusalén ha sido, es y seguirá siendo un eje central de las grandes religiones monoteístas y de cada una de las corrientes del amplio espectro que las componen, desde los más seculares hasta los más radicales. El apego del judaísmo hacia Jerusalén es innegable. La ciudad del Rey David, del Templo de Salomón, hacia Jerusalén se dirigen las plegarias y allí se ubica el Muro de los Lamentos. Para los cristianos, Jerusalén tiene también una importancia notoria. De acuerdo con esta fe, allí Jesús predicó y realizó diversos milagros. Fue escenario de varios episodios emblemáticos de su vida. También en Jerusalén se encuentra la Vía Dolorosa, las doce estaciones del viacrucis de Cristo, y fue allí donde la tradición cristiana sitúa su crucifixión. A su vez, para el islam, la importancia de Jerusalén no es cosa menor y está fundamentada en muchas razones. Por mencionar algunas, en árabe, Jerusalén es llamada Al Quds, la noble, el sitio sagrado. El profeta Mahoma determinó inicialmente que las plegarias debían realizarse en dirección a esa ciudad, y fue en Jerusalén donde la tradición islámica anuncia el ascenso del profeta al cielo.