El gobierno español lo destituyó tras proclamarse una república en Cataluña. Pero instalado en Bélgica, Carles Puigdemont siguió librando batalla hasta alcanzar una inesperada victoria del independentismo en las elecciones regionales de este jueves.
'El Estado español cayó derrotado', celebró exultante, después de que los independentistas alcanzaran la mayoría absoluta en escaños con su lista, Junts per Catalunya, en cabeza.
La victoria no fue completa. El partido antinacionalista Ciudadanos ganó, aunque la lista de Puigdemont se impuso contra los pronósticos de los sondeos a la otra gran formación independentista, Esquerra Republicana de Catalunya.
Casi por casualidad llegó a la presidencia de Cataluña a principios de 2016 prometiendo llevar la región hacia la independencia y en ello puso todo su empeño.
Cumplió su palabra de celebrar un referéndum de autodeterminación prohibido el 1 de octubre, y apoyó la declaración de secesión del parlamento regional el 27 de ese mes.
Pero dos días después, partió hacia Bélgica para evitar un conflicto mayor con el Estado que acababa de destituirlo.
'La prensa contraria al independentismo lo describió como un cobarde. Pero Puigdemont, si peca de algo, es de temerario', escribe su amigo Antoni Puigverd en el diario La Vanguardia.
Con su estrategia, este ex periodista de 54 años, coronado por una espesa mata de cabello negro, trasladó el problema catalán al corazón de la Unión Europea, mientras algunos compañeros de gabinete eran encarcelados.