Un deber solemne para uno y una opción estratégica para el otro. La visita de Kim Jong Un a su homólogo Xi Jinping selló el reencuentro entre China y Corea del Norte, deseosas de mostrar su unidad ante la gran cita esperada de la cumbre Kim-Trump.
La llegada del joven líder a Pekín se produjo semanas antes de dos encuentros cruciales, uno con el presidente surcoreano Moon Jae-in (a finales de abril) y otro con el presidente estadounidense Donald Trump (antes del fin de mayo).
Estos acercamientos recientes, organizados por Corea del Sur y no por China, parecieron marcar una marginación diplomática del gigante asiático. Hasta la visita de Kim Jong Un a la capital china.
Pekín y Pyongyang son aliados desde que combatieron juntos en la guerra de Corea (1950-1953) y China es, de lejos, el primer socio económico de Corea del Norte.
Pero el líder norcoreano todavía no se había reunido con el presidente chino, Xi Jinping, desde que sucedió a su padre Kim Jong Il hace seis años.
Las relaciones bilaterales se habían tensado en los últimos años a causa del apoyo creciente de Pekín a las sanciones económicas de la ONU, destinadas a frenar los programas balístico y nuclear de Pyongyang.
Entonces, ¿por qué una visita de Kim ahora? Para Deng Yuwen, experto chino en relaciones internacionales, el joven líder cuenta con Pekín para garantizar la seguridad de su régimen antes de su encuentro con Donald Trump.
'Corea del Norte necesita a su hermano chino para protegerlo en ese momento crucial', asegura Deng a la AFP.
'Kim busca quizá un aligeramiento de las sanciones y también un apoyo de China para obtener garantías de Estados Unidos en materia de seguridad', apunta Bonnie Glaser, del Centro de Estudios Internacionales Estratégicos en Washington. 'Creo que quizá (ir a Pekín) le da una ventaja suplementaria antes de las cumbres con los presidentes surcoreano y estadounidense', agrega.
Trump acaba de nombrar a un halcón con fama de belicoso, John Bolton, como asesor para la seguridad nacional. Un nombramiento que ha avivado el temor a una intervención estadounidense si las negociaciones fracasan.
Ni bomba ni reunificación
El líder norcoreano necesitará de la comprensión y del apoyo de China si esos diálogos desembocan en un revés, considera Hua Po, analista político independiente establecido en Pekín.
'Es por eso que Kim ha venido, para coordinarse con Pekín', declara a la AFP.
Kim Jong Un sostuvo que su visita respondía al deber solemne de seguir los pasos de su abuelo y de su padre, los dos anteriores dirigentes norcoreanos, próximos aliados de China, según las declaraciones recogidas por la agencia norcoreana KCNA.
Xi Jinping alabó la amistad que une a ambos países, forjada durante la guerra de Corea (1950-1953).
'Es una elección estratégica y la única buena elección posible entre ambos países en base a la historia y la realidad', declaró. Xi aceptó una invitación para visitar Corea del Norte, según la agencia norcoreana KCNA.
Y aunque China se alegre de que las tensiones en la península coreana se hayan apaciguado gracias a los Juegos Olímpicos de Invierno celebrados el mes pasado en Corea del Sur, desea conservar toda su influencia sobre Pyongyang, considera el experto en China Bill Bishop, editor del boletín Sinocism.
'China no quiere una península coreana nuclearizada. Pero tampoco quiere ningún avance hacia la reunificación' entre las dos Coreas, apostilla.
Pues China teme, ante todo, que el régimen de Kim Jong Un se hunda, pues esto podría provocar un flujo de refugiados y permitir al ejército estadounidense, ya establecido en Corea del Sur, desplegarse en la frontera china en una Corea potencialmente reunificada.
Con tantas reuniones en vista, la actividad diplomática se augura intensa.
Representantes de Seúl y de Pyongyang se reunirán a partir del jueves para preparar la cumbre intercoreana.
'Corea del Norte juega sus cartas diplomáticas de forma profesional y, además, de forma ordenada', subraya Christopher Green, del grupo de reflexión International Crisis Group (ICG).
Green recuerda que el padre del dirigente norcoreano, Kim Jong Il, permaneció en su país los seis primeros años de su mandato para consolidar allí su poder, a menudo con violencia antes de empezar a reunirse con dirigentes extranjeros. 'Es el mismo modelo que está siguiendo Kim Jong Un'.