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La cólera y el dolor se apoderaron este jueves de los familiares de las 68 personas muertas durante un motín en los calabozos policiales de la ciudad de Valencia (norte), una de las peores tragedias carcelarias de Venezuela.

Bajo un sol intenso, decenas de personas permanecían frente a la comandancia de policía del estado Carabobo a la espera de noticias de sus parientes o de la documentación necesaria para sepultarlos, un día después de la tragedia.

'No puedo pasar a ver si está muerto o no', gritaba desesperada María, una anciana que tenía un hijo preso en el lugar, mientras una mujer policía leía la lista de sobrevivientes.

Comiendo pan y tomando agua, los allegados esperaban la salida de los funcionarios.

'Ayer me dieron el cuerpo de mi sobrino y hoy estoy aquí desde las seis de la mañana esperando la cédula' de identidad para poder enterrarlo, declaró a la AFP Carmen Varela.

'Él no está quemado, le dieron un tiro en la cabeza. Por lo que se ve, fue una masacre', denunció.

El fiscal general, Tarek William Saab, confirmó este jueves a la AFP que la cifra de fallecidos se mantiene en 68 y que la causa fue un posible incendio, sin ofrecer más detalles.

La ONG Una Ventana a la Libertad -que defiende los derechos de los presos- asegura que las llamas fueron iniciadas por un grupo de detenidos que planeaba fugarse.

'Los reclusos intentaron secuestrar a dos policías. Al no lograrlo armaron un motín y decidieron quemar los colchones pensando que de esa forma les iban a abrir la puerta. Las rejas nunca se abrieron', dijo este jueves a la AFP el director de la ONG, Carlos Nieto.

Fue necesario que los bomberos abrieran un boquete en la parte posterior para que pudieran salir. 'Unos fallecieron calcinados y otros por asfixia', añadió, indicando que en el lugar había unos 200 internos.