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El plazo para que Lula se entregue voluntariamente a la justicia expiró este viernes sin que el exmandatario brasileño, condenado a más de 12 años de cárcel por corrupción, diera la más mínima señal de cuáles son sus intenciones.

Poco antes, un juez de tercera instancia rechazó el pedido de la defensa de Luiz Inácio Lula da Silva para suspender la orden de prisión emitida el jueves por el juez Sergio Moro, quien le dio 24 horas para ir voluntariamente a Curitiba, donde tiene una celda preparada.

El exmandatario de izquierda de 72 años, favorito de cara a las elecciones de octubre, se halla en el Sindicato de Metalúrgicos de Sao Bernardo do Campos, en la región de Sao Paulo.

El diputado Zé Geraldo, del Partido de los Trabajadores de Lula, dijo a la AFP que Lula pasará nuevamente la noche en el sindicato en el que inició su ascenso político.

'Ya está definido: Lula no va a Curitiba. Vamos a pasar la noche aquí. Esa decisión ya fue tomada (...), después se negociará cómo sigue', señaló desde el interior del edificio.

En un país completamente polarizado, tanto sus seguidores como sus adversarios hicieron una cuenta regresiva antes de que se venciera el plazo, a las cinco de la tarde hora local.

Los primeros estallaron en gritos de '¡Resistencia!' y '¡Lula libre!', mientras que los segundos, congregados frente a la Policía Federal de Curitiba, clamaban '¡Forajido!'.

Entre los antilulistas, Roberto Silva, un profesor de 49 años, se paseaba disfrazado de médico con una nariz de payaso: 'Estamos aquí para evitar que otro condenado se vea imposibilitado de purgar su pena y salga sin daños una vez más, tomándonos por payaso', afirmó, en referencia a algunos casos famosos de personas que después de arrastrar durante años sus procesos fueron liberados a causa de problemas de salud.

'Lula es un símbolo muy importante de la izquierda. Yo estoy totalmente en contra de esa visión del mundo', dijo Igor Merchert, un empresario autónomo de 27 años en la capital del estado de Paraná.

Pero frente a la sede sindical de Sao Bernardo, la determinación dominaba.

'Me quedaré aquí. No tengo miedo. Mi miedo es que Brasil vuelva para atrás con Lula preso. Yo no era nada y gracias a Lula monté una pequeña empresa. Se lo debo', dijo Sergio de Paula, que tiene un negocio de transportes.

'Estamos aquí para resistir hasta el fin. Lula no será encarcelado y volverá a ser presidente para ayudar al pueblo', afirmó Renata Swiecik, una cajera desempleada de 31 años y madre de cuatro hijos.

Lula fue condenado a doce años y un mes de cárcel por corrupción pasiva y lavado de dinero, como propietario de un apartamento ofrecido por una constructora para obtener contratos en Petrobras.

Lula no es un prófugo

La asesoría de comunicación del magistrado explicó que Lula no puede ser considerado un fugitivo.

'Le fue dada la oportunidad para que se presente ante la justicia sin necesidad de que tenga que intervenir la policía. Pero todo el mundo sabe dónde está, no está escondido ni prófugo', dijo la asesora a la AFP.

'Solo puede ser considerado con pedido de búsqueda o prófugo si la policía lo busca y no consigue localizarlo', subrayó.

La situación de Lula es compleja penal y electoralmente.

Si fuese detenido, podría hacer precampaña desde la cárcel hasta que la justicia electoral invalide en principio su candidatura en agosto, cuando estudie las postulaciones, dado que en Brasil los condenados en segunda instancia no tienen derecho en presentarse a comicios.