'¡¿Dónde están los niños?!', gritaban en coro varias mujeres detrás del muro de la prisión. '¡Queremos a los niños libres!'.
Fue el corto intercambio que sostuvieron el sábado cientos de manifestantes con internos de una cárcel estadounidense para indocumentados en Otay Mesa, en la frontera con México.
'¿Nos escuchan?', les preguntaban desde afuera. '¿Qué necesitan?'.
Un grupo de reclusos de esta cárcel exclusiva para indocumentados, fue separado de sus niños como parte de la reciente política de 'tolerancia cero' del presidente Donald Trump.
El mandatario firmó esta semana orden que revertía esa política, aunque activistas la consideran muy vaga.
'¡Vergüenza!', '¡Eliminen ICE [Servicio de Inmigración y Control de Aduanas]!', '¡No están solos!', vociferaban unos 500 manifestantes convocados por líderes religiosos.
'Sé que esas familias están sufriendo y es muy duro ver que niños tienen que pasar por el trauma de un centro de detención cuando tienen 10, 5 años', dijo a la AFP Erica Leyva, de 24 años, que viajó desde Los Ángeles para unirse a la protesta.
Aunque nació en Estados Unidos, fue detenida brevemente con sus padres indocumentados cuando tenía 4 años.
'Recuerdo cómo se sintió estar tras las rejas, estos niños pueden ser separados de sus padres indefinidamente, me parte el corazón'.
El centro de detención de Otay Mesa -administrado por un privado-- tiene capacidad para unos 1.500 indocumentados (no hay niños), aunque en enero anunció una expansión de 30%, según medios locales.
ICE no respondió a los llamados de la AFP sobre información del penal.
El viernes, la senadora demócrata Kamala Harris visitó en ese centro de detención a varias indocumentadas que fueron separadas de sus niños. 'Mi corazón está roto, las historias de estas madres demuestran el abuso a los derechos humanos cometido por el gobierno de Estados Unidos. Seguimos en la lucha', escribió en Twitter.
- 'Campo de concentración' -
Manifestantes taparon el nombre de la cárcel con una sábana blanca que decía 'campo de concentración' en letras negras y colocaron juguetes y peluches en señal de protesta.
El pastor y activista Ben McBride pidió una oración para 'nuestros familiares inmigrantes' antes de avanzar con un grupo hacia la reja, a pesar de un letrero de 'propiedad privada' y la advertencia de dos guardias armados con gas pimienta: 'necesitan parar o nos veremos forzados a usar la fuerza'.
Pese al aviso, siguieron adelante sin enfrentamientos.
A la reja, cargada en el tope con alambre de púa, amarraron zapatos de niños y llaves para exigir la liberación y reunificación familiar de los más de 2.000 niños separados de sus padres al cruzar la frontera, muchos de ellos para pedir asilo huyendo de la violencia en Centroamérica.
'¡Libérenlos!', gritaban. '¡Sin justicia no hay paz!'.
'Esto es indecente, es inmoral' la política migratoria de Trump, exclamó el pastor a los funcionarios.
La manifestación coincidió con el fin de la hora de la visita. Los guardias por un momento decidieron no dejar salir a las personas, pero terminaron cediendo y abrieron las puertas.
Apolonia Gregorio Jerónimo, de 33 años, estaba con dos de sus tres niños de 11, 8 y 2 años.
Su esposo, de Guatemala como ella, fue detenido hace seis meses y en agosto puede ser deportado.
'Les agradezco mucho que nos estén apoyando', expresó la mujer, que contó cómo su marido llegó a Estados Unidos huyendo de la violencia de las pandillas en su país.
'Está desesperado, si se va seguro que lo matan', dijo a la AFP Apolonia, que es beneficiaria DACA, el programa que protege de la deportación a los indocumentados que llegaron a Estados Unidos de jóvenes.
Más temprano en San Diego, a 40 km de la cárcel, unas 1.500 personas protestaron también contra la política migratoria de Trump.
'Las familias deben estar juntas', 'No al muro', 'Buscar asilo es aún legal', se leía en las pancartas.
Y en una crítica a la chaqueta con la que la primera dama Melania Trump abordó un avión a Texas, para visitar un centro de detención de niños indocumentados, muchas personas improvisaron sus propias prendas con la consigna opuesta: 'Realmente me importa, ¿y a ti?'.