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A pesar del deterioro de la biblioteca McMillan, un imponente edificio con columnata de los años 1930, una decena de habitantes de Nairobi han acudido al lugar para disfrutar de la calma y de los pocos libros disponibles.

Esos residentes tendrán pronto a su disposición un nuevo espacio moderno y renovado. Es el reto de Angela Wachuka, editora, y Wanjiru Koinange, autora, que trabajan en la restauración de tres bibliotecas de la capital keniana que llevan décadas abandonadas.

'Me niego a vivir en una ciudad donde los niños pueden crecer sin haber entrado nunca en una biblioteca. Eso es lo que ocurre hoy en Nairobi', explica a la AFP Koinange, que creció en la capital.

Las dos mujeres lanzaron en 2017 la asociación Book Bunk para modernizar McMillan, ubicada en el concurrido barrio de negocios de Nairobi, y las bibliotecas de Makadara y Kaloleni, dos barrios residenciales del este de la ciudad.

'Nuestro planteamiento es el mismo para las tres bibliotecas, pero estarán dirigidas a públicos distintos', precisa Koinange, una autora de 32 años.

McMillan, la de mayor tamaño, será generalista, mientras que Kaloleni se especializará en literatura infantil y Makadura, en obras para adolescentes.

A pesar de su mal estado, la biblioteca de Makadara, instalada en un edificio cualquiera de los años 1970, atrae cada día a 180 jóvenes del barrio, según Koinange.

 'Democratizar la colección'

En una capital ruidosa y superpoblada, los habitantes acuden a las bibliotecas para gozar del silencio. 'He venido a estudiar porque es un lugar tranquilo, no hay ruido', explica Caren Mumbua Musembi, una estudiante de 20 años que visita el lugar por primera vez.

Bernard Uma Ogutu, estudiante de contabilidad en la Universidad Kenyata de Nairobi, pasa sus jornadas aquí. 'Es difícil encontrar libros concretos, pero hay una buena conexión a internet, así que, con un ordenador, uno encuentra lo que quiere para estudiar'.

Actualmente no existe ningún catálogo para registrar los libros o los impresionantes archivos de diarios kenianos. Por tanto es necesario una importante labor de clasificación.

'La accesibilidad no sólo tiene que ver con la afluencia en la biblioteca, sino también con el hecho de democratizar la colección', dice Angela Wachuka, de 36 años, que organiza también eventos literarios en el marco de Book Bunk.

La editora subraya, asimismo, la importancia de ofrecer una amplia oferta de libros.

Dos enormes colmillos de elefante esperan al visitante en la entrada de McMillan, abierta en 1931 en memoria del explorador William Northrup McMillan. El edificio de estilo colonial contiene sobre todo libros de comienzos del siglo XX, publicados mucho antes de la independencia de Kenia en 1963.

En sus anaqueles hay obras sobre la aristocracia británica o sobre la historia de los taxis londinenses, pero se encuentran muy pocos libros de autores kenianos.

 'Literatura contemporánea'

'Para nosotros es muy importante tener autores africanos y de la literatura contemporánea', asegura Wachuka, que no quiere sin embargo borrar el pasado colonial reflejado en las colecciones actuales.

'Queremos conservar la historia del lugar porque es importante, el edificio no existiría sin McMillan, pero también queremos añadir nuestra historia', confirma Koinange, en medio de montones de libros polvorientos.

Las dos amigas quieren integrar también otras formas de narración como los podcasts.

Su asociación ha recibido ayuda de la administración de Nairobi. 'Hemos firmado un acuerdo que nos autoriza a recaudar fondos, a dirigir y a renovar' las tres bibliotecas, explica Koinange.

Wachuka y Koinange tienen previsto lanzar en septiembre de 2018 una recaudación de fondos para lograr los 100 millones de chelines (850.000 euros, 995.000 dólares) necesarios para el proyecto, al que las dos mujeres quieren dedicar cinco años de sus vidas.

Para ellas el objetivo es permitir que los habitantes de Nairobi cuenten y transmitan historias. 'La meta es alentar la circulación de relatos en la ciudad. Las bibliotecas son el lugar donde viven esas historias'.