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Un año después de los atentados de Cataluña, que dejaron 16 muertos, Barcelona rinde homenaje este viernes a las víctimas, pero sin lograr dejar de lado el conflicto político por la cuestión de la independencia en la región.

Los allegados de las víctimas habían pedido una 'tregua' esta jornada, pero tanto independentistas como unionistas aprovecharon el homenaje para lanzar sus consignas políticas.

En la plaza de Cataluña, donde se realizó la ceremonia con la presencia del rey Felipe VI y el jefe de gobierno Pedro Sánchez, se desplegó una pancarta en contra del monarca: 'El rey de España no es bienvenido en los países catalanes', se leía en inglés.

También en la Rambla, escenario principal de la tragedia, colocaron una pancarta reclamando la libertad de los políticos independentistas presos. 'Sin ellos, este acto es una estafa', decía.

Del otro bando, grupos de unionistas desplegaron banderas españolas durante el homenaje, recibiendo al monarca con gritos de 'viva el Rey' y 'viva España'.

La unidad 'nos hace fuertes'

En este clima, Pedro Sánchez insistió en Twitter en la necesidad de 'la unidad de toda la sociedad española' que 'nos hace fuertes contra el terror y la barbarie'. 

'Este #17A y siempre, estaremos en Barcelona al lado de las víctimas, solidarios con su dolor, unidos en el recuerdo', añadió.

El doble atentado de Barcelona y Cambrils, que dejó en total 16 muertos y más de 100 heridos, consternó a la sociedad española, pero quedó eclipsado rápidamente por el intento fallido de independencia de Cataluña en octubre.

La tensión floreció nuevamente por la presencia en el homenaje de Felipe VI, que ya había sido abucheado en una manifestación de rechazo a los atentados hace un año.

Su duro posicionamiento en contra de los independentistas durante esa crisis lo convirtió en persona ingrata para los separatistas y algunas asociaciones organizaron homenajes paralelos para no coincidir con él.

Para evitar más tensiones, el ayuntamiento de Barcelona organizó un homenaje sobrio, sin discursos oficiales, cediendo el protagonismo a las 200 víctimas presentes, entre familiares de los fallecidos y heridos.

En él, se leyó un poema del inglés John Donne en los idiomas de las diferentes víctimas y se interpretaron varias piezas musicales.

Antes del homenaje, familiares de las víctimas hicieron entre aplausos una ofrenda floral en el mosaico del artista catalán Joan Miró en el centro de la Rambla, donde terminó el mortífero recorrido de la furgoneta blanca conducida por Younes Abouyaaqoub.

Alrededor de las 16H30 locales del 17 de agosto de 2017, ese joven entró en la Rambla con su furgoneta y se abalanzó a gran velocidad contra la multitud, haciendo eses para atrapar al mayor número de personas posible.

Catorce personas murieron, entre ellas un australiano de 7 años y un español de 3, y más de cien resultaron heridas. Cuatro días más tarde sería abatido por la policía. 

En su huida mató a un joven para robarle el coche y, pocas horas después, cinco cómplices sumaban una víctima mortal en un atentado en la villa costera de Cambrils (120 km al suroeste), en el que atropellaron y acuchillaron a varios transeúntes.

'Pensaba que me moría'

'No recuerdo nada del agresor, solamente vi que me apuñaló. Me dejó el cuchillo atrapado en la cara, me entró 15 centímetros [...] Pensaba que me moría', rememora Rubén Guiñazu, un argentino de 55 años que veraneaba en Cambrils.

Los recuerdos afloran con el aniversario. Maria Riba, una administrativa de 28 años que acudió a la ofrenda floral en la Rambla, recuerda haberse quedado 'en shock' al conocer el atentado.

'Sabíamos que podía pasar. Hemos visto cómo ha pasado en otros sitios pero hasta que no pasa en tu ciudad, no te haces a la idea', aseguró.

También empiezan a desgranarse detalles de de la investigación de este doble atentado reivindicado por la organización yihadista Estado Islámico (EI).

Hasta el momento, los investigadores no hallaron conexiones internacionales de esta célula nacida en Ripoll, un pueblo montañoso al norte de Barcelona, donde un imán sedujo a una decena de jóvenes de origen marroquí, aparentemente bien integrados, para unirse a la yihad.

En una casa abandonada a 200 km de la capital catalana prepararon explosivos de gran calibre con la basílica de la Sagrada Familia, el estadio del FC Barcelona o incluso la Torre Eiffel de París como posibles objetivos, según los investigadores.

Pero la detonación accidental de los artefactos que preparaban, el 16 de agosto, los forzó a improvisar unos atropellos múltiples como los sufridos anteriormente por Niza (Francia), Londres o Berlín.