La Corte Suprema de Pensilvania (EEUU), publicó el pasado martes un documento en el que denuncia que al menos 300 sacerdotes católicos abusaron sexualmente a más de 1.000 niños en seis diócesis de ese Estado. Los hechos se remontan a fines de los años 50 del siglo XX.
En 1.250 páginas de un documento que hizo público el diario The Washington Post, quedaron registrados los casos de cada sacerdote con su respectiva víctima. El Gran Jurado (parte del sistema de justicia de EEUU) ocultó por años evidencias 'que detallan que una gran cantidad de niños fueron abusados sexualmente por los obispos de la Iglesia Católica de la diócesis de Allentown'.
Los documentos muestran cómo los sacerdotes tenían una variedad de formas para abusar físicamente a los niños. 'Todo en una escala de menor a mayor. Desde tocar los genitales, hasta acceder sexualmente de ellos'.
La Diócesis de Pensilvania, en sus registros, tiene aproximadamente 240 sacerdotes, distribuidos en 89 parroquias, 34 escuelas primarias, 6 escuelas secundarias y dos universidades.
Los siguientes tres casos, que involucran a curas en abusos sexuales en Pensilvania, hacen parte de los reportes y se basan en los testimonios de las víctimas.
El documento que replicó el diario estadounidense cuenta, entre otras historias, la del padre Francis Fromholzer, 'quién abusó sexualmente en 1965 de dos estudiantes mientras que ejercía como profesor de religión en el instituto de Allentown Central Catholic'. En Junio 12 del 2016, las víctimas salieron a relucir y testificaron que cuando ellas tenían 13 y 14 años 'el cura se aprovechó de ellas'.
El viaje. Una de las víctimas hoy tiene 68 años. 'Ella testificó ante el Gran Jurado que el sacerdote la llevó en su carro, a ella y a su amiga, de paseo a Poconos. El viaje no fue supervisado y los papás y la otra menor no pusieron problema alguno porque confiaban ciegamente en él', narra el documento en una de sus páginas.
La historia continúa y relata que al momento de llegar a su destino, Francis les dijo a las dos niñas que cuando estuvieran de viaje no le llamaran padre, sino 'Frank'.
'Mientras estábamos acostados, el cura se quitó la manta de encima y empezó a besarme y a poner su dedo en mí. Le dije que eso me había dolido. Era bastante confuso porque a uno le habían enseñado que si me dejaba tocar por alguien, me iba directo al infierno. Pero luego tú tienes al padre haciéndolo…', cita el informe sobre el relato dado por la víctima ante el tribunal.
La otra víctima manifestó que también había sido abusada por el padre. En ese tiempo, ella estaba en noveno grado y tenía 14 años de edad. 'Fromholzer me tocó los senos y la vagina', sostuvo la implicada. También comentó que en ese entonces, luego del viaje, se acercó al director del colegio, el padre Robert. M Forst, quien luego de escuchar la versión de los hechos de la menor, le dijo que la conversación había terminado. 'Estás expulsada del colegio. La próxima vez que vengas lo haces con tu padre y le comentas la historia que me acabas de decir', así le contestó el director, según relata la víctima.
El testimonio de la joven refiere: 'Le conté a mi papá, al frente del director, y no me creyó. Nos fuimos para la casa y me pegó con la hebilla de la correa'.
Todo quedó en silencio, el primer caso del documento solo había sido el génesis del centenar de víctimas que no fueron escuchadas por el Gran Jurado de Estados Unidos.
La prueba del cáncer
El segundo caso ocurrió en Eri, una ciudad de Pensilvania. Según los documentos, el sacerdote Chester Gawronski buscaba cómo estar a solas con los niños para luego tocarlos y masturbarlos con el pretexto de que era necesario porque de esa forma les hacía una revisión de cáncer. Un memorando interno diocesano fue obtenido por el jurado de acusación, el cual afirma que el número de víctimas del sacerdote podría ser superior a veinte.
El mismo cura confesó voluntariamente en 1997 presentando una lista de las 41 víctimas a la Diócesis y afirmó que al menos a 12 de estos niños les había aplicado 'la prueba de cáncer'.
A pesar de que el padre aceptó y reiteró sus acciones, desde 1997 hasta el 2002, el victimario permaneció activo en el clero. Irónicamente, después de que la Iglesia fuera consciente de los terribles abusos contra los menores, el clero lo cobijó y lo ayudó al trasladarlo de parroquia en parroquia, usando otra identidad para que este no fuese reconocido, durante 5 años.
Un instrumento de Dios
El tercer caso señala a Edward Graff, quien se desempeñó como sacerdote durante 45 años. Ejerció 35 en la diócesis de Allentown. El documento muestra que, durante su clerecía, este violó a decenas de menores.
Según el reporte, una víctima de Graff afirmó: 'El abuso sucedió en la vicaría de la escuela primaria Holy Guardian Angels cuando cursaba séptimo grado. El clero hizo que me quitara los pantalones y tomara asiento. Toqueteó mi pene mientras se masturbaba'.
El reporte agrega que luego 'la víctima cuestionó al sacerdote y le pidió explicaciones del porqué de su comportamiento. El clero le dijo que estaba 'Ok' porque él era 'un instrumento de Dios'.
También se conoció que los abusos continuaron durante los próximos seis meses. El abusador le decía que fuera a su habitación. Aprovechaba para masturbarse mientras que también lo hacía con la víctima. 'Otros amigos también fueron abusados sexualmente por el sacerdote durante ese periodo de tiempo', manifiesta la víctima.
La Iglesia Católica notificó los abusos del cura a lo largo de los años, de acuerdo con el documento, sin embargo negó haber tenido conocimiento alguno de los hechos.
El silencio
70 años de silencio en Pensilvania se resumieron en 'evitar los escándalos, utilizar eufemismos, guardar las quejas en 'un archivo secreto' y jamás avisar a la Policía. En las páginas nunca se decía violación, sino que se cambiaba la palabra por contacto inapropiado. Las evaluaciones se hacían con informes del propio sacerdote y cuando se expulsaba a alguien no se decía por qué'. Esas eran las tácticas que según el reporte usaban para encubrir a los curas y para que no se conociera absolutamente nada de lo que ocurría en el entorno.
Dos días después de que saliera el documento, El Vaticano expresó que siente 'vergüenza y dolor' y espera firmemente que esos abusos que quedan plasmados en casi 1.300 páginas no queden en el olvido y sean castigados.
'Las víctimas deben saber que el sumo pontífice está de su parte. Aquellos que han sufrido son de su prioridad y la Iglesia quiere escucharlos para erradicar este trágico horror que destruye la vida de los inocentes'.