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Algunos policías podrían asustarse ante la responsabilidad de vigilar solos una zona de 240.000 km2, pero no es el caso de Stephen Pursell, el único agente en una inmensa región del interior de Australia. 

El afable policía de 53 años está al frente de una pequeña comisaría en la diminuta localidad de Birdsville, una aldea pérdida en el centro del país. 

En ese paisaje rojo y naranja, que recuerda la superficie de la luna y bordea el desierto de Simpson, sus principales compañeros son el polvo, las moscas, los camellos salvajes, los perros errantes y las serpientes mortales. 

El agente Pursell reconoce que su jurisdicción, del tamaño de Reino Unido, es 'bastante grande'. Tarda cuatro días para cruzarla en coche, pero le encanta el reto. 

'Ese trabajo surgió y pensé: 'qué sitio tan emblemático de Australia'', recuerda. 'Así que presenté mi candidatura'.