Derribó a decenas de hombres poderosos y amenaza la confirmación de un juez a la Corte Suprema: en un año, el #MeToo sacudió a Estados Unidos, pero su impacto a largo plazo, que atiza la polarización del país, permanece incierto.
Un año después de las primeras acusaciones de abusos sexuales contra Harvey Weinstein, la batalla por la confirmación como juez de la Corte Suprema de Brett Kavanaugh, acusado de haber intentado violar a una joven cuando ambos eran adolescentes, mostró que el #MeToo no se desinfla, sino todo lo contrario.
Pero al acercarse las elecciones de medio mandato el 6 de noviembre, en las cuales los demócratas esperan retomar el control del Congreso y cambiar las prioridades del gobierno Trump, muchos del bando republicano denuncian que la oposición se apoderó del #MeToo.
En los primeros meses, cuando los testimonios más crudos de abusos sexuales cometidos por famosos actores, periodistas, fotógrafos de moda, chefs o políticos se sucedían en los medios, nadie dudaba de que las leyes contra el acoso sexual se endurecerían y que las empresas harían hincapié en educar al personal para prevenir todo incidente.
Pero el movimiento se ha convertido en un nuevo elemento en la polarización del país.
Cuando Donald Trump se burló el miércoles en un mitin en Mississippi de la acusadora de Kavanaugh, Christine Blasey Ford, imitándola, el público le aplaudió. La oposición expresó su indignación, al igual que los republicanos moderados.