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Con una bandera de Honduras sobre el hombro, José y otros miles de migrantes de su país siguen ayer su marcha en caravana en el sur de Guatemala hacia México, su siguiente objetivo antes de alcanzar Estados Unidos, que amenaza con militarizar su frontera.

Por la carretera asfaltada capitalina y entre cientos de vehículos, los migrantes hondureños se abren camino en diferentes grupos en los que se observan niños, mujeres embarazadas y bebés.

Algunos conductores abren sus ventanillas para dar dinero a los migrantes que lucen cansados, otros vecinos salen a su encuentro para suministrarles agua y alimentos.

'Vamos con la voluntad de Dios y vamos confiados en él de que nos dará chance (oportunidad) de pasar' a Estados Unidos, señaló José a la AFP frente a un centro comercial donde algunos curiosos detienen su paso para observar la inusual caravana.

A sus 28 años, José decidió dejar a su esposa y dos hijas pequeñas en Honduras y emigrar porque los cuatro dólares diarios que ganaba como agricultor le resultaban insuficientes para subsistir.

'Nadie nos va a detener porque Dios va con nosotros', afirmó el hombre que encabezaba uno de los grupos de la caravana que se ha fragmentando desde que entró a Guatemala el lunes por la ciudad fronteriza de Esquipulas.

La caravana ha causado un revuelo diplomático tras la amenaza del presidente Donald Trump de frenar el apoyo financiero a Guatemala, Honduras y El Salvador si no detienen la marea migratoria. Incluso ayer advirtió que militarizará la frontera sur de su país para impedirles el paso.

Según activistas de la Casa del Migrante de la Iglesia Católica en Ciudad de Guatemala, unos 3.000 migrantes hondureños han sido atendidos en ese refugio desde la tarde del martes y aún esperaban el ingreso de otros que han quedado rezagados.

Por el contrario, otros han cumplido una de las primeras metas y se han agrupado en la ciudad de Tecún Umán, fronteriza con México.

'Si Trump quitara a joh'

Más al sur de la capital, algunos migrantes logran subir a plataformas de camiones y pickups para avanzar algunos kilómetros del largo recorrido.

Apretado junto a otros migrantes en una camioneta, Ángel Zapata culpa al presidente hondureño Juan Orlando Hernández de sumir al país en la pobreza y la violencia que los obligó a huir en búsqueda de un mejor futuro.

Zapata, de 28 años, responsabilizó a Hernández, conocido como JOH en Honduras, 'de robarse el dinero de los hondureños'.

'Si Donald Trump quitara a JOH del poder, seguro pararía la migración. Si ellos (gobierno) invirtieran bien el dinero para la reducción de la pobreza, Honduras saldría adelante', agregó el emigrante, que se dedicaba a lavar autos en su país y tiene como plan alternativo quedarse en México.

'Si en México nos dan ayuda, nos vamos a quedar en México', añadió Zapata mientras el vehículo que lo llevaba cargaba combustible en una gasolinera.

'Casi me voy con ellos'

En la carretera hacia el sur se repiten las escenas. Grupos más pequeños de migrantes siguen la caminata y otros descansan; por momentos deben cubrirse de la lluvia que les azota en algunos trayectos.

Al igual que Honduras, Guatemala y El Salvador, que integran el norte de Centroamérica, los caminantes enfrentan problemas de pobreza y de violencia provocada por las temidas pandillas y el narcotráfico, que los han forzado a la migración ilegal.

La guatemalteca Emma Linares, de 59 años, mientras observaba el paso de una parte de la caravana, dijo a la AFP que hace algunos días se le cruzó la intención de unirse al grupo e intentar llegar a Estados Unidos, pero los riesgos a los que se enfrentan en el camino la hizo recapacitar.

'Yo pensé: cómo no me voy con ellos, tal vez hay un trabajo del otro lado, pero es muy delicado arriesgarse como ellos lo están haciendo', señaló Linares, quien se gana la vida con la venta ambulante de ropa.