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Un temible dinosaurio, un osito de peluche vestido con una camiseta que dice 'México', una muñeca voladora, un camioncito viajero y crayones para dibujar los sueños sobre Estados Unidos: en la crudeza del éxodo, estos juguetes 'salvan' a los niños durante la caravana migrante.

Hambre, sed, frío, calor, extenuación, miedo, enfermedades, incertidumbre. A cada paso que dan, los migrantes centroamericanos que se aventuraron hace un mes en una caminata hacia Estados Unidos, pagan sin distinción de edad el precio de buscarse una vida lejos de la pobreza y la violencia que viven sus países.

Pero los niños, que junto a sus padres han logrado llegar hasta la mexicana Guadalajara, se escapan a ratos hasta mundos fantásticos a través de sus juguetes.

José Alesander, un hondureño flaquito de 4 años, corre frenéticamente con la cara sucia y los pies descalzos entre miles de colchonetas que la caravana dispuso a la intemperie en su campamento de paso por Irapuato.

Agita los brazos como hélices con unas mangueras de plástico en las manos.

'¡Es un helicóptero!', exclama con frenesí pasando ante las miradas cansadas y algo tristes de los migrantes adultos.

Endri, su hermano de 3 años, prefiere quedarse quieto en el mundo que creó sobre el piso terroso.

En este universo se enfrenta un sonriente Bob Esponja contra un furioso tiranosaurio rex, mientras un cochecito de carreras esquiva una muñeca sin cabeza y un multicolor cubo de Rubik.

'En Honduras es bastante difícil conseguir juguetes y cuando ellos se encariñan con algo no lo quieren soltar. No dejan que botemos los juegos' aunque las maletas estén repletas y pesadas, dice a la AFP Norma Ramírez, la madre de 23 años de ambos niños.

Al verlos así 'me siento bien porque no se dan cuenta de lo que está pasando', comenta. 'Jugando se salvan'.